Carreteras rojas o la trágica crónica de los cangrejos

Creado: Dom, 21/05/2017 - 20:39
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Marylin Luis Grillo, fotos de la autora
Carreteras rojas o la trágica crónica de los cangrejos

Para el cangrejo rojo, las primeras lluvias primaverales marcan el inicio de su viaje por la supervivencia. Desde abril y hasta julio, esta especie hará dos migraciones de ida y vuelta, desde el monte hasta el mar y viceversa, para fecundarse y desovar. Es un ciclo natural que llevan haciendo desde hace siglos, al que ahora se le suman los peligros de cruzar la carretera.

Todos los años, unos 3,5 millones de cangrejos rojos mueren bajo las ruedas de autos, ómnibus y camiones durante su recorrido desde la Ciénaga de Zapata hasta la Bahía de Cochinos.

No es un problema nuevo. Desde tiempo atrás se ha debatido el impacto nefasto que tiene sobre este cangrejo (Gecarcinus ruricola, por su nombre científico) el vial que une Playa Larga y Playa Girón, zona que coincide con el tramo de mayor actividad en el recorrido del crustáceo.

«Este es un caso de fragmentación del hábitat por parte del ser humano, que ha causado una migración traumática como consecuencia de haber construido la carretera sin criterios medioambientales», explicó al diario cubano Juventud Rebelde el especialista del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma) en la Ciénaga de Zapata, Reynaldo Santana Aguilar.

Las muertes no amenazan la supervivencia de esta especie, dijo a Reuters el también especialista del Citma, Jorge Luis Rodríguez. Sin embargo, sigue siendo una catástrofe para el animal, que año tras año, tiñe de rojo el asfalto en su empeño de dar vida a una nueva generación.

Los intentos por buscar una solución han sido varios. A la práctica se ha llevado, desde 2008, un proyecto para la construcción de dos túneles por debajo de la carretera, que contó con financiación internacional y la inspiración de uno similar realizado en Australia.

Pero los resultados no han sido los esperados, pues la mayoría de los cangrejos no toman este camino. No obstante, gracias a esos pasos soterrados se salvan miles de ejemplares, apuntó Santana Aguilar.

Las migraciones de cangrejos rojos también ocurren en la península de Guanahacabibes, Pinar del Río; en la carretera desde Baconao hasta Guamá y de Pilón a Santiago de Cuba; en el tramo que une Cienfuegos con Trinidad, y en una parte del terraplén que conecta Gibara con Caletones, en Holguín.

El Gecarcinus ruricola no es comestible: su color rojo se debe a la acumulación de tungsteno, que puede ocasionar al ser humano diarreas, necrosis renal y disminución de espermatozoides en los hombres.

Tampoco es una especie endémica de Cuba y tiene hábitos nocturnos, por esto, en su migración anual prefieren el amanecer y el atardecer para evitar el pavimento caliente del día. La luz del sol solo capta aquellos menos ágiles o más desafortunados que perecen a lo largo de la ruta.

De tener éxito, los huevos llegan al mar. Allí se enfrentan a otros peligros «más naturales», pueden ser devorados por peces u otros depredadores marinos, y los sobrevivientes –instintivamente- cruzan la carretera para ir al monte y convertirse en adultos.

Sin ellos, varias cadenas alimenticias se verían dañadas, incluyendo la del gavilán cangrejero, especie endémica cubana, que incluye al cangrejo rojo dentro de su exclusiva dieta.

No cabe duda, la existencia del Gecarcinus ruricola no es nada fácil, y a pesar de ello, cada abril y hasta julio salen a cumplir su propósito darwiniano de crear vida. En nuestras manos está el ímpetu humanista de generar menos muerte. 

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Marylin Luis Grillo, fotos de la autora