Osvaldo Bernal trabaja desde hace años en un lugar exótico de La Habana: el Museo del Ron. Allí, entre las leyendas e historias sobre el nacimiento y desarrollo de esta criolla bebida fue conociendo un mundo de anécdotas, hechos curiosos y detalles; de forma que su pasión por el pasado se entremezcló, en un coctel único, con el amor que desde niño profesaba a los automóviles. Con toda esta mezcla bullendo en su interior Osvaldo comenzó a interesarse por el auto de su primo, un bello Chevrolet Stylemaster 1947, el cual terminaría por adquirir.
Como buen catador dejó asentarse la exaltación de los primeros paseos y comenzó a conocer su vehículo, pues no le interesaba un auto solo con el vulgar propósito de trasladarse por la ciudad. Quería convertirlo en su propia leyenda y reconstruir por sí mismo un pedazo de ese enorme puzzle que resulta La Habana de nuestros días. Sin gran experiencia con los autos o la mecánica, siguió la lógica aprendida entre destellos de historias y tragos de buen ron para trazar una estrategia de reconstrucción total del Chevrolet. Comenzó por el viejo y buen motor Stovebolt de seis cilindros, generoso sabueso que apenas con unas caricias recobró los bríos de los años mozos. Algunos
buenos amigos le hicieron llegar los repuestos originales desde México y así fue repasando uno a uno los diferentes sistemas: frenos, dirección, electricidad, suspensión hasta llegar a las necesarias chapistería y vestidura.
En estos dos aspectos el trabajo debería ser más cuidadoso y preciso. Buscó fotos, revistas de época y cuanto material confiable llegara a sus manos para verificar todo lo hecho por los operarios. Luego se permitió la licencia de algunas pequeñas transformaciones como es el caso de convertir el cristal lateral trasero fijo en una ventanilla accionada por una pequeña manivela. Esto permite, sin cambiar la
imagen del vehículo, hacer frente al bucólico verano del Caribe. Finalmente, el nivel de mimo llegaría hasta la cobertura del maletero, donde la tapicería incluye la conocida cruz de Chevrolet a relieve, para coronar un trabajo ejecutado a conciencia, como hacen quienes encuentran en los autos de época la pasión hacia la nostalgia, las tradiciones y la historia.
Osvaldo, incluso, cuenta orgulloso como ”rastreó“ un poco los orígenes de este vehículo, conociendo a su primer dueño, un lugareño de Boyeros, localidad a unos 30 km al suroeste de La Habana, quien se lo dejó a su hija antes de morir. Ella lo vendió a Pedro, el primo de Osvaldo, que lo tuvo en su poder por cinco años. En todo ese tiempo el vehículo apenas recibió reparación de ningún tipo, a pesar de lo cual su estado general era muy aceptable.
El Chevrolet 1947
Realizado a continuación de la Segunda Guerra Mundial, el Chevrolet para1947 sería –básicamente– el mismo modelo en producción de 1942, antes de la entrada de Estados Unidos en el conflicto bélico. Esta fue una regla para los fabricantes, al tener que reconvertir la industria luego de la producción de maquinaria de guerra para apoyar el esfuerzo Aliado contra el nazismo alemán. Pero a lo nuestro, el Chevrolet Stylemaster 1947 tenía el ”irrompible“ motor seis cilindros en línea de la marca que, aunque parco en su rendimiento, resultaba una máquina cuasi perfecta. Lanzado en 1937, este motor entregaba 90 CV a 3 300 rpm y contaba con un carburador Carter de doble cuerpo. La transmisión estándar mecánica de tres cambios era la única disponible y la tracción era en las ruedas traseras, equipadas con neumáticos 6.00 x 15.
La imagen de este modelo 1947 es muy similar al de 1946 –cuya primera unidad post guerra salió de la planta el 3 de octubre de 1945– y las diferencias son apenas reconocibles, siendo las más importantes: el emblema de Chevrolet de orientación horizontal en el frente y la eliminación del largo cintillo lateral cromado que recorría el vehículo de un extremo a otro.