Como sabemos el Citroën C3 es un turismo pequeño, apenas 3,99 metros de longitud y 1,75 m de anchura, de cinco puertas. En este año ha recibido una renovación profunda de imagen, aunque mantiene la misma gama de motores.
Está compuesta por tres versiones de gasolina y dos Diésel, con un abanico de potencia entre 68 CV y 110 CV. De ellos, el mayor de gasolina, 110 CV, y los dos Diésel llevan un sistema Start&Stop. Todos irán acoplados a una transmisión con caja de cambios manual, excepto el más potente de gasolina que puede equiparse con un cambio automático de convertidor de par y 6 velocidades.
La carrocería tiene un aspecto similar a la del Citroën C4 Cactus, entre otras cosas porque también puede tener unos paneles protectores de plástico, que Citroën llama Airbumps.
El diseño del interior es atractivo, aunque los plásticos de recubrimiento duros no transmiten mucha sensación de calidad, recordando algunos modelos de los ochenta. El espacio para los pasajeros de la fila trasera es inferior a modelos similares y el maletero llega a los 300 litros de capacidad, lo que está bien.
El C3 tiene una suspensión muy blanda, como buen auto francés, por lo que resulta cómodo para los ocupantes al circular por ciudad y autopistas, el entorno para el que parece estar mejor adaptado. En estos casos hay que estar atentos al circular por carreteras reviradas porque, sencillamente, no está concebido para eso.
La conducción de este C3 debe resultar satisfactoria, aunque de seguro si tenemos el motor de 68 CV nos sentiremos indefensos en el tráfico pesado y cuando necesitemos salir rápido de algún atolladero.