He aquí, ni más ni menos, la veleidad sin par con que Citroën dejó boquiabiertos a todos durante el pasado Salón de Ginebra. Porque, no cabe duda, el Survolt constituye —como sentenció el propio fabricante galo— un impresionante prototipo que conjuga ”el dinamismo de la competición automovilística con el glamour y la extravagancia de la alta costura“.
Pues sí, se trata un concept que demuestra claramente lo que Citroën puede lograr cuando se atreve a plasmar, superando sus propios límites y todos los convencionalismos, una visión inédita y revolucionaria, en perfecta armonía con sus 90 años de historia, creatividad y tecnología.
Inspirado en el espíritu del Revolte, ese contrahecho DS-algo que presentara la marca en Frankfurt, este 
supercoupé eléctrico impacta por sus dimensiones compactas (3,85 m de largo, 1,87 m de ancho y 1,20 m de alto), jugando con las materias y los volúmenes, para exhibir unos contornos esculpidos, ora satinados, ora brillantes, cuyos matices fucsia y gris antracita rompen drásticamente con el estilo clásico, masculino y codificado del segmento deportivo.
Con ese diseño fluido que asocia dos universos opuestos, el Citroën Survolt emana un lenguaje propio para erigirse en una celda flotante, un joyero de cristal engarzado con arcos cromados, que encima se adivina ágil, preciso y dinámico, disimulando una musculatura acerada y potente bajo un semblante refinado y lujoso. En resumen, un deportivo fantástico, un capricho imposible. Únicamente acariciable en un concept car como este.