El Monstruo Verde, terror en las pistas

Creado: Dom, 09/03/2014 - 14:46
Créditos
Jorge Esténger Wong
El Monstruo Verde, terror en las pistas

Su sola presencia infundía terror. Sus impresionados contrincantes centraban su lucha en la segunda posición, dejando por sentado que la meta pertenecía al gigantesco bólido alemán.  Poco a poco se tejió la leyenda del Monstruo Verde, el mastodóntico Opel que lideró las carreras de automóviles al principio del Siglo XX,  y es uno de los más famosos vehículos de carreras de todos los tiempos. Excelencias del Motor les trae su historia.

Muchos de los elementos y conceptos que imperan hoy en los automóviles, fueron realmente enunciados hace varias décadas.  Así, la principal fortaleza del legendario Monstruo Verde fue el empleo, a principios del Siglo XX, de cuatro válvulas por cilindro, algo que la industria generalista tardaría décadas en aplicar de forma masiva, y que es hoy común en los motores modernos.  Sin embargo, en 1913 las cosas eran bien distintas.  La fragilidad de los vehículos y sus agregados era inevitable y, por ello, los fabricantes buscaban ”robustecer“ sus productos empleando los materiales más sólidos disponibles y los mecanismos menos complejos.

El resultado eran vehículos pesados, poco eficientes y casi siempre torpes.  Opel decidió cambiar los esquemas en el desarrollo de sus nuevos motores.  Pensando en la nueva generación de vehículos de carreras, limitados a 1000 kg, se concibió una máquina de 4,5 litros de desplazamiento y capaz de producir la impresionante cifra –para la época- de 110 CV.  Este motor incorporaba, por primera vez en Opel, el concepto de cuatro válvulas por cilindro, aunque mantenía un solo árbol de levas, para evitar complicaciones mecánicas, como hemos apuntado antes. Utilizaba, eso sí, un cárter de aluminio el cual era toda una novedad en ese momento.

Fue precisamente este motor el precursor del corazón del ‘Monstruo Verde’. Ya durante el próximo año la marca alemana perfeccionó este motor, consiguiendo la descomunal potencia de 260 CV, gracias a las cuatro válvulas por cilindro y los 12,3 litros de desplazamiento del motor. Paralelamente, se desarrolló la carrocería del nuevo ”buque insignia“ de la marca.  Con forma de torpedo, sin líneas duras o cuadradas, el Opel tenía el compartimiento del motor completamente cerrado y la cabina completamente abierta.  Esto nos permite apreciar el temerario valor de Carl Joerns,  su piloto  oficial, quien logró una velocidad máxima de 228 km/h con esta mole de 2000 kg de peso.  Todo eso sin la menor ayuda electrónica o tan siquiera muchas de las asistencias hidráulicas a los frenos y la dirección que aparecerían años después.

Así el auto destrozó cuanta pista se le puso por delante e hizo historia en las carreas de la isla danesa de FanØ.

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Jorge Esténger Wong