Hoy, cuando muchas marcas deportivas apuntan a la fórmula de las berlinas deportivas, interesadas en clientes que gustan del puro carácter deportivo en un ambiente más relajado y lujoso, resulta interesante recordar que esta vertiente comenzó hace algunas décadas, cuando varias de estas marcas empezaron a ofertar vehículos que principiaban a delinear estas características. Clasificados de diversas formas, la más común 2+2, ofrecían una imagen algo más ”mesurada“ a los deportivos de pura cepa y todo su rendimiento. Su evolución a través de los años está muy vinculada a la aparición definitiva de vehículos como el Porsche Panamera.
A mediados de los sesenta la italiana Lamborghini, hoy dentro del Grupo FIAT, presentó el Flying Star II, un prototipo basado en el Lamborghini 400 y que junto con otros prototipos de la marca, como el Marzal, supuso la evolución natural del diseño de la marca del toro en esos años. El Flying Star II fue presentado en el Salón del Automóvil de Turín de 1966, diseñado por la carrocera Touring. La impresión lograda fue decepcionante: no agradó a nadie, y la prensa especializada de la época arremetió contra su carrocería angulosa, la caída del techo que lo hacía parecer un station wagon, y el gran espacio interior ”desaprovechado“ por su carrocería biplaza 2+2.
En el apartado mecánico dominaba una bestia de motor: un V12 de 4 litros y 320 CV de rugido espectacular y que procedía, en realidad, del Lamborghini 400. Muy llamativas resultaron las llantas Campagnolo de magnesio fundido que fueron empleadas. Quienes blasfemaban entonces de sus dimensiones poco ortodoxas para un deportivo, pudieran hoy –al ver modelos como el Panamera o el prototipo Lotus Eterne de nuestra columna Spotlight– entender que el Flying Star II andaba, sencillamente, algo adelantado a su tiempo.