Leyland Comet, un tipo duro

Creado: Dom, 08/05/2016 - 12:46
Créditos
Jorge Esténger Wong
Leyland Comet, un tipo duro

Quienes conocimos los vehículos Leyland, jamás los olvidaremos. Sólidos, fiables, duraderos. Los cubanos tenemos una frase para describirlos: eran durísimos. Nuestro invitado de hoy es un modelo de finales de los cuarenta, cuando la marca vivió un periodo pleno de expansión. Venga con nosotros.

El Leyland Comet se presentó en 1947, en sus dos variantes de 4 y 7 t de carga útil. Tres años más tarde, en 1950, se sumaría la famosa versión ”90“ con capacidad de hasta 8 t. Montaba un motor diésel, de 6 cilindros en línea con 5.760 cc que rendía 90 CV de potencia. Fue un motor unico, que le aportó el mote que lo acompañaría por toda la eternidad: "wistlers" (en inglés silbadores). La razón fue por su funcionamiento característico, pues estas mecánicas, de probada fiabilidad, emitían un curioso sonido pausado entre cada ciclo y parecía que iban a pararse, semejaba una especie de ”silbido“, al estar el motor en el punto de compresión.

El cambio de marchas era de 5 velocidades, con una reductora Eaton 16500 acoplada al eje trasero y asistida por una bomba de vacío, la cual se accionaba mediante un botón situado en la palanca de cambios. Su manejo requería pericia, sobre todo si consideramos que la dirección carecía de asistencia alguna y los frenos dependían de un circuito hidráulico asistido por un servofreno, novedoso en su época, pero muy poco eficaz si se compara con los posteriores frenos eléctricos. Por esta razón, para disminuir la velocidad había que acudir a la reductora, en un auténtico juego de malabares entre embrague, acelerador y palanca. Cosas de la época. Todo estaba explicado con "precisión inlgesa" en unas placas remachadas frente al conductor.

Su diseño es clásico, proporcionado y muy sencillo en comparación a otros autobuses de su época. Nada de estridencias, ni cromados extremos. Prima la practicidad, la robustez de las líneas refleja el sólido concepto empleado en la época, cuando las cosas se fabricaban para durar. No obstante, el orgullo británico reclamaba su lugar con grandes placas, ubicadas a cada lado del capó, con la inscripción ”El Camión Inglés Leyland“. Venía así de fábrica y se convirtió en todo un eslogan publicitario en su época.

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Jorge Esténger Wong