Los buques hundidos del almirante Cervera (II)

Creado: Jue, 04/12/2014 - 15:43
Créditos
Willy Hierro Allen
Los buques hundidos del almirante Cervera (II)

Muy cerca de la costa, en la playa de Juan González (a 12,6 km al oeste de Santiago de Cuba) yace sumergido un navío de guerra, dos de sus cañones emergen del mar para delatar su actual posición, son los restos del crucero acorazado Almirante Oquendo, destruido durante la gran batalla naval de Santiago de Cuba, el 3 de julio de 1898, la mayor conflagración marítima en la guerra Hispano-Cubano-Americana.

El Almirante Oquendo era un crucero acorazado o también llamado crucero protegido de primera clase, que fue construido por los astilleros de Nervión en Sestao, España, en 1891. Con 6 890 toneladas de desplazamiento, tenía triple propulsión vertical de dos hélices, una potencia de 13 700 CV y una velocidad de 20-25 nudos. Su tripulación era de 497 marinos.

El buque honraba con su nombre al almirante Antonio de Oquendo (1577-1640), quien mandó a la victoriosa flota española en la batalla de Pernanbuco (1633) contra los holandeses. Siete años después, su salud quedó dañada seriamente en la batalla de Las Dunas (en la costa inglesa) contra la flota de Tromp y falleció meses más tarde en La Coruña.      
  
El crucero Oquendo estaba comandado por el capitán de navío (coronel) Juan Bautista Lazaga y Garay, de 57 años, un experimentado marino que había hecho carrera al mando de otros buques y en cargos de dirección. En   febrero de 1897 fue nombrado comandante del Oquendo. En la batalla de Santiago de Cuba, murió a bordo de su barco.  

Aquella mañana del 3 de julio, los navíos dejaron el puerto santiaguero y, según las instrucciones dadas por el almirante Cervera, jefe de la flota, los barcos fueron saliendo de la bahía en orden descendente a su tamaño, la orden era escapar del bloqueo impuesto por la flota norteamericana del almirante Sampson. Abrió la marcha el crucero acorazado Infanta María Teresa, al mando del almirante Cervera.

El Oquendo fue el cuarto buque en salir y recibió una andanada de la flota enemiga: tres impactos de 203 mm, uno de 152, uno de 127 y varios de 102 que lo dejaron maltrecho, sus calderas estallaron y quedó fuera de combate. Su capitán, Lazaga, herido, mandó echarlo a pique y el crucero se hundió a las 10 y 30 de la mañana, a unos 700 metros de la orilla. La tripulación, que perdió casi 80 hombres en el combate, logró llegar a nado a la playa y así salvar la vida.

No así el capitán Lazaga, quien murió a bordo. Hay cuatro versiones de su muerte: de un infarto en el curso de la batalla, ahogado al caer al mar por las explosiones, que falleció a causa de sus múltiples heridas o que tras despachar la tripulación, se suicidó para no caer en manos del enemigo. El capitán Lazaga fue uno de los oficiales de mayor rango muertos en esta batalla.

Y hoy, el crucero Almirante Oquendo, está ahí hundido, a la vista de todos los que van por la Carretera Granma, convertido ahora en pecio para el disfrute de los buzos que gustan recordar la historia.

Etiquetas
Créditos
Willy Hierro Allen