Pontiac Streamline Eight Sedán Coupé

Creado: Dom, 12/12/2010 - 19:18
Créditos
Jorge Esténger Wong
Pontiac Streamline Eight Sedán Coupé

Para 1948 la mayoría de las marcas estadounidenses trabajaban  a  todo vapor para presentar nuevos modelos tras la Segunda Guerra Mundial (IIGM). Existía un mercado ávido (y necesitado) de renovar sus vehículos y ello aseguraba un buen nivel de ventas. Sin embargo, las limitaciones propias de una industria que debía reconvertirse luego del esfuerzo bélico no permitía el lanzamiento masivo de los avances en tecnología derivados de la IIGM y el diseño se convirtió en un aspecto vital para marcar la diferencia.  Fueron años exuberantes donde las formas llegaron a ser casi ilimitadas y en los que nacieron estilos que nos acompañan hasta hoy, como esos coupés aerodinámicos cuyo techo caía hacia atrás en una interminable línea denominada «fastback». Casi todas las marcas lanzaron sus propias versiones, y no cabe duda que las de Pontiac fueron muy acertadas.
 
Uno de sus exponentes fue el Streamline Eight Sedán Coupé, un mastodonte que ya incluía de serie algunas características de lujo como la calefacción.  Además se podía optar por la nueva transmisión Hydra-Matic,  luces de larga distancia, limpiador de la luneta trasera y la radio.  En este Pontiac todo el diseño está en función de brindar dinamismo a sus 1 690 kilogramos de peso.  Su enorme frente estaba rematado en su parabrisas de dos piezas en ángulo y luego daba paso a esa interminable caída del techo que le confiere un aspecto fusiforme, para aportar fluidez y contrarrestar la sensación de pesadez habitual en los autos americanos de aquella época. Parece que nos está invitando a acomodarnos en su interior para salir a toda velocidad a través del espacio y del tiempo.

El diseño del Streamline Eight Sedán Coupé fue de Fisher, que lo bautizó como Silver Streak (Rayo de Plata), y apuntamos que esta era una conocida firma carrocera, perteneciente a General Motors. La razón de todo este despliegue de ingenio para dar la sensación de agilidad y modernismo era la necesidad de colocar bajo el capo el interminable motor de ocho cilindros en línea que movía a este auto.  Luego era cuestión de mantener una armoniosa proporción de las dimensiones y suavizar las formas tanto como fuera posible.  Esta planta tenía 4.07 litros de desplazamiento y producía 104 CV de potencia.  Solo entrados los años cincuenta estarían disponibles los nuevos motores V8 que provocarían nuevos cambios de diseños y un salto en el rendimiento, pero esa ya será otra historia.

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Jorge Esténger Wong