Restaurando mi Aronde 1959: carburación

Creado: Dom, 16/01/2011 - 17:38
Créditos
Jorge Esténger Wong
Restaurando mi Aronde 1959: carburación

Durante años amigos de las más disímiles latitudes se han preguntado cómo logramos en Cuba hacer andar los bellos autos de época que circulan con toda regularidad por nuestras calles. Este artículo pretende responder una parte de la interrogante: la restauración del auto que ha unido varias generaciones de mi familia, en un proceso que será largo y ojalá les resulte interesante.

Tras lograr hacer andar al pequeño auto de post guerra francés, muchos de sus agregados comenzaron a presentar los problemas lógicos después de un largo periodo sin funcionar.  Luego de dos o tres días de comenzar a ”rodar“ unos kilómetros diarios se presentó un fallo de motor provocado por las dos razones principales existentes para ello: alimentación y encendido.  Se procedió a desmontar el carburador para someterlo a una revisión y limpieza general y, además, como precaución se desmontó la bomba de gasolina.  Esta última una bomba mecánica de diafragma, como era común en esos años, pero que al carecer de la posibilidad de accionamiento manual resulta vital su buen funcionamiento para descartar cualquier fallo posible por su causa. Se hizo y sustituyó su diafragma.

El Simca Aronde venía con un eficiente carburador Solex de una sola boca.  Como ya he dicho este vehículo conserva no solo los elementos auténticos, sino los originales que se montaron en su fabricación.  Al desarmar el Solex nos percatamos de que tenía una suciedad crónica y por ello sus conductos y calibres estaban obstruidos.  Además, sus juntas estaban endurecidas por el tiempo y no garantizaban hermeticidad.  El diafragma del inyector (el original de fábrica) estaba cuarteado y era preciso reponerlo.  De esto último se encargó un especialista que también logró cambiar la sujeción remachada original por una roscada, para permitir futuros reemplazos si son necesarios.

Para lograr una limpieza profunda se sumergieron todas las piezas en creolina y se dejaron reposar, luego se elaboraron las juntas y el punto más delicado surgió al partirse la torre.  Tratamos de pegarla con varias resinas y ninguna funcionó.  El problema fue resuelto logrando la unión mecánica de ambas partes mediante el casquillo de una válvula de bicicleta que resultó tener las medidas idóneas y al ser roscada garantizó la unión precisa y con la resistencia necesaria.  Esto fue una verdadera bendición, una de esas salidas que muchos ”empíricos“ emplean ante la imposibilidad de obtener repuestos o partes originales para estos vehículos: así los hacemos ”caminar“.

Terminado este punto, nuestro próximo asunto fue prestar atención al encendido. Pero ese ya será otro encuentro.

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Jorge Esténger Wong