RS 200, la máquina de Ford para el legendario Grupo B

Creado: Vie, 12/08/2011 - 14:52
Créditos
Jorge Esténger Wong
RS 200, la máquina de Ford para el legendario Grupo B

Es toda una ironía para quienes llevamos tiempo en el mundo del automóvil ver pasar los años. Vehículos que, nos parece ayer, casi acabamos de reseñar como un ”auto de ensueño para el futuro“, de pronto nos saltan para la columna de Autos Antiguos y Clásicos. Lo dice uno así, en tono ligero, pero la realidad se impone y ahí está aquel Porsche 959 o, como es el caso de hoy, este Ford RS 200 de los ochenta.

Al igual que el bólido alemán el Ford RS 200 fue una respuesta de la marca norteamericana a la creación, en aquel entonces, de una nueva categoría de rally: el Grupo B, el cual entre sus requisitos exigía la construcción de 200 unidades del modelo en cuestión. Los de Ford pusieron manos a la obra y su división Ford Motorsport trabajó en un proyecto que involucró a técnicos y personal del equipo de Fórmula 1.

Ellos tomaron un RS 1700, a su vez basado en el primer Escort, y le insertaron un motor Coshworth de 250 CV, en posición central. El resultado fue de espanto: la versión comercial, ”para la calle“, hacía el 0 a 100 km/h en 6.0 seg y la versión Rally mantuvo por años el Record Guiness de aceleración. Su chasis de tracción a las cuatro ruedas, fue diseñado por FF y contaba con tres diferenciales viscosos. El chasis estaba fabricado en fibra de carbono, klevar y tubos de acero. Muchas piezas como los parabrisas o los espejos retrovisores procedían del Sierra.

A pesar de que hoy es un vehículo muy cotizado, en torno a los 200.000 USD, en su momento se consideró un vehículo muy peligroso, cuyas ventas fueron muy reducidas a pesar de que solo se pusieron a la venta 200 unidades. Otras 24 unidades EVO se construyeron con un motor BDT-E 2.1 litros con intercooler que rendía 420 CV, pudiendo alcanzar los 580 CV, lo que suponía todo un riesgo debido a su bajo peso. La versión EVO alcanzaba los 100 km/h, desde la inmovilidad, en 3.1 segundos. Todo un tiempazo para los años ochenta.

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Jorge Esténger Wong