Casi desconocidos por años, los modelos fabricados tras ”la cortina de hierro“ son cada día más interesantes para público y coleccionistas. Uno de los países socialistas que mayor desarrollo tuvo en este campo fue Polonia, cuya industria automotriz logró llegar a nuestros días. Todo ese camino empezó con el FSO Warzawa, el primer auto polaco luego de la Segunda Guerra Mundial. Veamos la historia.
Luego de varios forcejeos con el gigante FIAT, la industria polaca apuesta por los seguros lazos con la URSS y pasa a desarrollar una versión del GAZ M-20 Pobeda. El automóvil sería nombrado Warzawa –en honor a la ciudad de Varsovia, la capital de Polonia– y estaría en producción por largos años, hasta 1973, como fue característico de la producción socialista, la cual mantenía los mismos modelos en producción por décadas. El vehículo tenía una apariencia occidental, de marcado estilo "londinense", tanto que popularmente se le apodaba así.
El Warzawa era un auto que cumplía con la filosofía que lo diseñó: casi irrompible, robusto, pesado, y duradero. Su punto flaco, como tantos otros medios de transportes de aquellos países ”tras la cortina de hierro“, era su elevado consumo de combustible. La razón radicaba en su obsolencia tecnológica, pues el origen de todo el proyecto (tanto el soviético como el polaco) era el Ford A producido entre 1931 y 1935. Se utilizó una suspensión delantera trapezoidal, y el vetusto motor M-20, duro y sencillo, de estructura conservadora, pero prácticamente indestructible. Este motor, con una relación de compresión muy baja, entregaba apenas 50 CV pero era capaz de funcionar con gasolina de muy baja calidad. Sencillamente, esto era lo necesario en ese momento.
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El vehículo tuvo buena aceptación y se llegaron a producir más de 250 mil unidades. Es conocido que el Papa Juan Pablo II, tuvo uno de estos Warzawa y le resultó muy útil y fiable durante su labor como Obispo Auxiliar de Krakovia, en 1958.