Hace años tengo la convicción que la inmensa mayoría de los mortales no han necesitado jamás otro automóvil que el Volkswagen Beetle original. El resto, ha sido mercadeo y vanidad.
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Ahora, justo Volkswagen, presenta otro modelo que rompe con los cánones comerciales tradicionales y ofrece rendimiento al extremo, en el que cada elemento está pensado para servir al propietario, con un rendimiento inigualable: es un auto genéticamente eficiente. De concepción hibrida, no anda con hipocresías. Ofrece 69 CV de potencia, la cual se logra sobre la base de un motor térmico, pero un diesel de solo dos cilindros y 48 CV.
Luego existe un motor eléctrico de 27 CV. Para exprimir al máximo estas cifras Volkswagen acude a su caja de cambios DSG de siete marchas y doble embrague. Con esta combinación, se logra aprovechar el funcionamiento del motor en el rango de revoluciones más óptimo de su curva de potencia, allí donde está más cercano a su característica exterior.
El otro componente primordial del XL1 es la valentía. Volkswagen ha derrochado coraje al poner en la calle un auto con un diseño exterior radical, creado para ser eficiente y dejar las chiquiticas a un lado. Las ruedas traseras cubiertas, la no existencia de espejos retrovisores, las dimensiones del vehículo y la distribución del habitáculo, son pasos radicales para obtener un coeficiente de resistencia al aire (Cx) de 0,18. Los méritos del VW XL1 continúan: una altura mínima, un peso ínfimo y el uso de materiales derivados de fibras de carbono y policarbonato para las ventanillas, añadiendo la supresión del parabrisas trasero.
El conductor dispone de cámaras que sustituyen los espejos y muchas otras facilidades. Con todo este despliegue el XL1 presenta cotas de 160 km/h de velocidad máxima y 21 g/km de emisiones de dióxido de carbono, con protagonismo absoluto para su rendimiento de otra galaxia: 0,9 l/100 kms. Ello significa que podremos darle la vuelta al ecuador terrestre con unos 115 litros de combustible, con un gasto aproximado de unos 170,00 USD. No llega a cubrir nuestro titular, pero debemos reconocer que no está nada mal.