Trescientos cupés y ciento cincuenta descapotables. En total, cuatrocientos cincuenta Veyrones tenían que encontrar hogar. La producción del coche más potente y rápido de su tiempo arrancó en forma de proyecto en 1998, cuando VW adquirió la firma, y se convirtió en un Tour de Force para lograr superar todas y cada una de las barreras tecnológicas asociadas en romper la barrera de los 400 km/h con un GT de gran lujo y confort, capaz de ser conducido por cualquiera (que pudiera pagarlo).
Nació como un coche de un millón de euros, pero poco a poco ha ido subiendo de precio a medida que la inflación y las ediciones especiales iban metiéndose en medio del proyecto.
Puede que a Ferrari le costara minutos vender toda la producción de LaFerrari, que Porsche necesitara un par de años para vender el 918 Sypder, o que McLaren tampoco requiriera más de dos años para dar por vendida la producción del P1, pero a Bugatti, la verdad, le ha costado bastante más (10 años, de hecho) colgar el cartel de "todo vendido", a pesar de tener un nombre épico y un producto que, durante toda su vida comercial no ha tenido parangón.
Pero Volkswagen nos ha confirmado que el último Veyron ya tiene dueño.
Bajo el apellido de La Finale (y seguramente, bajo un precio muy superior al del resto de unidades), este último Veyron se podrá ver y tocar en el Salón de Ginebra, antes de que parta al hogar de su nuevo y afortunado propietario.
Será la última vez que veamos al cupé de Bugatti en un Salón de Ginebra. La próxima vez que la firma fundada por Ettore Bugatti vuelva a pasearse por la muestra suiza con un cupé, será ya con su sucesor, una máquina que estamos deseosos de conocer.