Entre los exóticos vehículos construidos por Lotus a través de los años el pequeño Espirit de los años setenta posee un encanto único que lo convirtió en todo un hito para la marca ¿Quiere saber por qué?
Durante su historia Lotus Cars ha producido excelentes vehículos, con criterio y de elevado rendimiento. Sin embargo, a principios de la década del setenta se dio a la tarea de crear un sucesor para su modelo Europa y encargo su diseño a la firma italiana Italdesign. Esto pondría en el camino a Giorgetto Giugiaro, alguien que no necesita presentación, quien daría el ”toque mágico“ que convertiría a este deportivo en un auto de culto. Todo el desarrollo comenzó a partir de la plataforma de su predecesor, el Lotus Europa, y resultaría una de las primeras veces que Giugiaro empleara el diseño de forma poligonal, como papel doblado.
El resultado es un vehículo de carácter, con líneas radicales y el encanto del buen gusto, el cual se dio a conocer en el Salón del Automóvil de París de 1975. Resulto curioso que durante todo el proyecto de desarrollo –incluido el concept presentado en el Salón del Automóvil de Turín de 1972- se aplicó el nombre Kiwi, para finalmente mantener la tradición de Lotus de llamar a sus modelos por nombres que comiencen por ”E“.
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El Esprit entró en producción en junio de 1976 y esos primeros coches llegaron a ser conocidos como S1 Esprit, por Serie 1. Con un chasis de acero en forma de columna vertebral y un cuerpo de fibra de vidrio, el Esprit fue potenciado por un motor Lotus 907 de 4 cilindros, con desplazamiento de 2,0 litros, el cual llegaba a producir unos excepcionales 160 CV. Para solo dar una idea es bueno señalar que muchos motores de esa configuración empleados en berlinas generalistas en 2005 (¡30 años después!) aún se quedaban en 140 CV. Esta máquina fue montada longitudinalmente, detrás de los pasajeros, y estaba unida a una caja de velocidades manual de cinco marchas. Esta combinación de motor poderoso y carrocería ligera -2205 libras de peso- logró que el Espirit obtuviera un rendimiento superior, lo cual, unido a su admirable imagen, terminaron consagrándolo.