Allard J2X, la gallina y el huevo

Creado: Sáb, 27/11/2010 - 13:38
Créditos
Jorge Esténger Wong
Allard J2X, la gallina y el huevo

Los campesinos muchas veces repiten en sus tonadas tradicionales, matizadas por el sabroso  humor criollo, el conocido dilema: ¿Quién llegó primero, la gallina o el huevo? La historia del automóvil también cuenta con momentos similares, les cuento.
 
Hace apenas unos días nos enterábamos de que Allard Motors de Canadá se dará a la tarea de revivir el Allard J2X, con denominación MKII adicional y a un costo aproximado de unos 120 000 dólares norteamericanos.  Algunos, en medio del revuelo de la noticia, aseguraban desconocer la versión original de este coche, inspiración, en buena medida, del famoso Shelby.

El Allard J2X fue un raodster especialmente concebido para la clientela norteamericana, con argumentos tan simples como buena parte de la llamada ”actitud americana“: un poderoso motor V8 americano bajo un interminable capó delantero, combinado con la clásica concepción británica de una carrocería "two seater". Su creador, Sydney Allard, fue un emprendedor constructor artesanal británico que logró su momento cumbre con este modelo J2X, un deportivo de fuerte personalidad y destinado principalmente al mercado norteamericano. Gracias a sus clientes ha obtenido un palmarés envidiable en la competición y, aún hoy, medio siglo después de su nacimiento, el J2X es uno de los deportivos de mayor aceptación entre los organizadores de carreras internacionales.

En su época logró un relevante  tercer puesto en las 24 Horas de Le Mans de 1950, pilotado por Allard y Cole, en lo que fue un éxito no sólo para la pequeña firma británica, sino también para la globalizada Cadillac, la cual jamás ha podido hacerse justicia en sus múltiples intentos, que se extienden hasta este siglo XXI.  El J2X se comercializó hasta 1954 con un total de 83 unidades fabricadas. De espectacular comportamiento, confortable, fiable, dotado de un fantástico rendimiento a bajos regímenes gracias a su motor V8 de gran cilindrada; con una estética agresiva y con un aspecto muy del gusto americano (allí triunfaban los "roadsters" en Indianápolis) el Allard inglés tenía espacio suficiente para ”meter“ bajo su capot al gran tiburón blanco del automovilismo americano: un gran V8.  Ello se debía en esencia a su chasis tubular, siendo las 331 pulgadas cúbicas (5 400 cc) de Cadillac y Chrysler los motores más utilizados, aunque en esos años ese monstruoso volumen generaba la hoy famélica cifra de 170 a algo más de 200 CV, pero con un peso de 975 kg, las prestaciones del Allard eran excelentes. La explicación está en el enorme par motor, que proporcionan los cinco litros y medio del V8 de bajas rpm.

Equipados inicialmente con una frágil caja de cambios de tres marchas y más tarde, con cajas más robustas de cuatro, nunca sufrieron grandes tropiezos en el manejo de la tracción.  La potencia y la elasticidad del musculoso V8  alimentado por un simple carburador es tal que cualquier marcha es válida. El axioma fundamental del muscle car y el V8 americano acababan de ser acuñados por este pequeño auto de génesis inglesa: ”una pistonada, un metro“. Y hoy ¿quién puede cambiar el mito que se montaron después? Faltaban casi 10 años para los Ford Mustan; Chevrolet Camaro y compañía.
 

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Jorge Esténger Wong