American Hot Rod: la Bella y la Bestia, en una sola criatura

Creado: Dom, 23/08/2015 - 13:36
Créditos
Jorge Esténger Wong
American Hot Rod: la Bella y la Bestia, en una sola criatura

Llamativos, diferentes y, sencillamente, espectaculares. Esto puede ser, en resumen, un Hot Rod, ese auto retransformado en un ente que resume en sí mismo algo imposible hasta para los mismos magos de Hollywood: la Bella y la Bestia. Veamos su historia y el epílogo del más popular de las calles habaneras: la ”Cruela“ de Fernando Barral.

Inicios

Es difícil precisar con rigor el origen de este hechicero automóvil. Varias fuentes coinciden en situar en los principios de los años cuarenta, en California, a los primeros ejemplares vistos. Se atribuyen las causas al afán de las clases menos pudientes de esa zona en personalizar y aumentar exponencialmente las posibilidades de sus autos, ya antiguos, ante la imposibilidad de lidiar con los mejores modelos de entonces. Los empezaron a transformar acorde a sus propios criterios y esfuerzos. La meta era siempre la velocidad, bajo el prisma de las carreras ilegales. Habitualmente, estos eventos tenían lugar en el lecho de lagos secos, como el de Muroc en California, siendo uno de los más famosos el lago salado de Benneville, al sur de Utah.

Hoy, se considera Hot Rod a aquel automóvil, construido antes de 1948, que ha sido modificado para aumentar la potencia de su motor, reducir su peso y mejorar su suspensión, con objeto de…¡¡HACER QUE CORRA MUCHO!! A los amantes de la marca Ford les cabe el orgullo de haber contribuido decisivamente en aquella primera etapa a la consolidación de los Hot Rod, cuando eran, en general, roadsters con motor de válvulas laterales Ford Flathead V8 o un Ford B 4 cilindros modificado con árbol de levas, prescindiendo de la capota, de los guardabarros y todo aquello que no sirviese para incrementar la velocidad. A estos vehículos se les conoce como Hiboy.

Evolución

Ya a finales de los cuarenta, proliferan talleres especializados en este tipo de trabajos. Termina la guerra, los veteranos regresan con más conocimientos mecánicos y se desata la furia Hot Rod. Baste recordar la popular película Grease, ubicada en esa época, y la escena de Travolta corriendo su Mercury Hot Rod con su ”uniforme“ de chaqueta de cuero. Tan fuerte es el impulso Hot Rod que para 1951 se crea la National Hot Rod Asscociation, la cual marca la mayoría de edad del fenómeno. Estamos, sin duda, en el la época dorada del Hot Rod.

¡También en Cuba!

Con una proverbial tradición por el auto de época, Cuba no está ajena al fenómeno Hot Rod. Se han visto de varias de las corrientes que han existido, desde los típicos Hiboy hasta los RatRod más extremos. El más popular de todos, ¡y que me proteja la suerte con la fanaticada!, ha sido un Ford A radical y estrictamente convertido en un clásico Hot Rod y que apareció reseñado en esta columna. Lo vi hecho pedazos y todo oxidado en el salitre de la Habana del Este, antes de su transformación. Luego, le vi derretir el asfalto en el cuarto de milla. Era descomunal y, en ocasiones, incontrolable. Fernando Barral, su dueño y creador, termino vendiéndolo y al momento de redactar estas líneas no tengo certeza de su paradero. Otros ejemplares interesantes han llenado nuestra columna en algún momento, como el Ford de Armando Munnet (”Pity“), cuyas fotos ilustran este trabajo.  

Créditos
Jorge Esténger Wong