De aventuras en un Audi A3 Cabrio

Creado: Dom, 19/02/2012 - 22:04
Créditos
Willy Hierro Caveda
De aventuras en un Audi A3 Cabrio

El Audi A3 Cabrio es un convertible de techo blando que compite en el segmento comercial B con un rendimiento y equipamiento de primer nivel. Sin embargo, nuestro auto a prueba es una de las versiones menos equipadas, aunque con motorización y transmisión a la altura de los más exigentes. Cayo Jutías, con una superficie de apenas cuatro kilómetros cuadrados,  que está separado por cinco kilómetros de la costa norte de Pinar del Río y enlazado a la isla grande por un pedraplén, nuestro destino.

Catalogado en Cuba por la agencia rentadora Rex como exclusivo, por el simple hecho de que solo hay dos en el país, traídos por Domingo Alonso S.L. en 2011, el Audi A3 Cabrio es un imán de vistas, no solo para los amantes de los automóviles, sino también para todos los que saben apreciar lo bello y original.

Para viajar a cayo Jutías se pueden elegir dos rutas. La primera, más fácil pero menos pintoresca, es por la Autopista Nacional. La segunda, por el circuito norte de la Carretera Central, es más lenta, angosta, pero con paisajes y aromas tan exclusivos como nuestro auto a prueba. Entonces, para estar a tono con el Audi A3 Cabrio escogimos la segunda. Además, la posibilidad de viajar descapotados, sintiendo los olores campestres y costeros te da una sensación de libertad, solo comparada con las excursiones en moto.

Cuando estás dentro del A3 Cabrio, con la capota puesta, sientes la sensación de que se trata de un coupé, más aún cuando enciendes el motor pues el sonido de la máquina es imperceptible a bajas revoluciones. Solo te delata que estás en presencia de un convertible cuando ves el enganche manual de la cubierta. Claro, eso es en el caso de la versión probada, porque este modelo cuenta con un techo plegable ciento por ciento automático que hace la diferencia en insonorización por tener una tercera capa intermedia en el techo de seis milímetros de espesor.

El motor, que ya lo conocimos cuando probamos el A4 sedán, es el 1.8T de cuatro cilindros en línea, sobrealimentado, que entrega 160 CV a 6 200 rpm. La transmisión automática (S-Tronic), de doble embrague y siete velocidades, tiene tres modos de uso: Directa (D), Sport (S) y secuencial Manual (M) con opciones de cambio en la palanca o con las levas tras el volante.

El asiento del conductor se regula, de manera mecánica, en distancia y altura, mientras que en el reposabrazos de la puerta se encuentran los mandos para regular los retrovisores exteriores y el cierre de los vidrios de manera eléctrica. Más arriba, en la propia puerta, está el cierre centralizado, que se activa por un botón o de manera automática cuando ponemos el auto en marcha. El interior es amplio, comparado en su segmento, donde van cómodos cuatro pasajeros. Otro punto a favor es la capacidad de maletero que, aunque no es mucha, no varía con el techo plegado, con un volumen de 260 L.

Desde La Habana, el primer tramo es por la carretera Panamericana, que une la capital con el puerto de Mariel, tiene cuatro vías y vistosos puentes, donde destacan Guajaibón y El Mosquito. Luego nos adentramos en el pueblo Mariel, con una bahía de bolsa impresionante y donde Cuba tiene planes de convertirlo en uno de los complejos portuarios más importantes en el área del Caribe.

Viajamos en directa (D) a una velocidad promedio de 80 km/h, con un régimen de revoluciones por debajo de las 2 000 rpm. Por otra parte, el consumo de combustible puntual (reflejado en el panel de instrumentos) marcó 5.0 L/100 km. Cuando llegamos a Mariel plegamos el techo y así llegamos hasta nuestro destino. Para guardar la cubierta hay que girar el tranque mecánico, ubicado arriba pegado al parabrisas, y luego accionar una palanquita situada a la derecha del freno de emergencias, la operación se hace en 9 s. Ponerla demora algo más, 13 s, y aunque ambas maniobras se pueden realizar (según manual de instrucciones de fábrica) a velocidades por debajo de los 30 km/h, en el punto de renta nos recomendaron hacerlo con el vehículo parado.

Más al oeste, por el circuito norte de la Carretera Central, nos tropezamos con Quiebra Hacha, un pequeño poblado que ganó su nombre a finales del siglo XVIII por sus grandes bosques madereros. El viaje se torna más interesante cuando arribamos a Cabañas. Otra bahía que, gracias a la altura de la carretera, podemos definir su extensión con numerosos cayos e islotes en su interior, los que dan la sensación de que forman nuevas bahías y canales. El nombre le viene porque Sebastián Ocampo y Antón de Alaminos, en su andar por estas costas confundieron las peñas de la sierra con chozas.

Siguiendo la ruta aparece una tercera bahía de bolsa, Bahía Honda, todas pertenecientes a la nueva provincia de Artemisa. Antiguamente, esta última perteneció a la provincia de Pinar del Río, una zona conocida como Consolación del Norte. Desde finales del siglo XVII y junto a San Diego y Las Pozas, estos pequeños poblados se dedicaban al comercio de la soga de majagua, cera y miel de abeja. Sin embargo, posteriormente se desarrolló la industria azucarera y cafetalera, con unos 16 ingenios y 22 cafetales. Uno de sus ingenios, ahora central azucarero Harlem, mantiene su lugar de origen cuando fue creado en 1864 con el nombre de Gerardo y hasta hoy muele la caña cultivada en toda esa zona. Los aromas cuando pasamos frente al Harlem y el cruce con numerosos camiones con semirremolques cargados de la gramínea hasta el tope, nos avisaron que estamos en plena zafra.

El panel de instrumentos se compone de cuatro relojes analógicos circulares y tres pantallas digitales, dos de ellas pequeñas y colocadas dentro del tacómetro y velocímetro. Los de mayor diámetro a ambos extremos, de izquierda a derecha, registran las revoluciones del motor y la velocidad. Los más pequeños, al centro y de izquierda a derecha, señalan la temperatura del motor y el nivel del depósito de combustible.  La pantalla digital central destaca la función del equipo de sonido, la temperatura exterior y el consumo puntual de combustible. Si accionamos un botón situado al final de la palanca de los limpiaparabrisas, podemos ver la autonomía y el promedio de consumo. En el extremo inferior señala el modo de transmisión (D, S o M) y el número de marcha. Dentro del tacómetro, la pequeña pantalla destaca la fecha y hora, mientras que la colocada dentro del velocímetro registra el kilometraje total y parcial.

Adentrándonos en la provincia pinareña aparecen los cayos que componen el archipiélago de Los Colorados, en particular cayo Paraíso y cayo Levisa dos centros turísticos a los que hay que acceder en embarcaciones. En la carretera se  conforman paisajes de ensueño, con pinares autóctonos a ambos lados del camino. A ellos se suman inmensas montañas, cañaverales y campos de tabaco, se respira aire puro con fragancia única. La llegada a Puerto Esperanza tiene un encanto especial. Las vistas en la playa, con un sinnúmero de botes de pescadores y la cercanía de cayos e islotes, te invitan a tomar fotos que guardarás por siempre. Conocido también como La Esperanza, este pueblito de pescadores  fue fundado en 1860, se localiza a 140 Km de La Habana y a 24 Km de Viñales.

La carretera desde Puerto Esperanza a Santa Lucía, vecino pueblo norteño, está realmente mala. Nos lo dijeron, pero nuestro espíritu aventurero nos incitó a adentrarnos en ella al propio estilo WRC (Campeonato Mundial de Rally). Mantener la velocidad a 60 km/h es todo un reto, más aún si tenemos en cuenta que rodamos con neumáticos de perfil bajo 225/45 R17. Pero llegamos sin contratiempos a Santa Lucía y desde allí, a solo 14 Km, cayo Jutías. A 175 Km de la capital, este paradisíaco lugar lo conforman una hermosa playa, un diving center (centro de buceo y alquiler de equipos náuticos) y un ranchón restaurante. Nada más, pero suficiente para pasar un día de playa inolvidable.

Para regresar, agotados pero satisfechos por la experiencia, subimos la capota y conectamos el aire acondicionado, de dos zonas y excelente funcionamiento. Las cuatro salidas colocadas en el salpicadero, que además tienen regulación de flujo en sus anillos cromados, dominan con eficiencia el habitáculo. Por otra parte, el equipo de audio tiene un sonido exquisito con lector de discos en MP3 y entrada auxiliar. Se extraña el puerto USB, tan práctico y común en los coches actuales.

Rodamos rumbo a Viñales, en busca de la Autopista Nacional. Cuando llegamos a la más rápida de nuestras carreteras le dimos rienda suelta al Audi A3 Cabrio. En el modo deportivo (S) alcanzó 45 km/h en primera, 75 km/h en segunda, 110 km/h en tercera, 160 km/h en cuarta, 210 km/h en quinta y 218 km/h en sexta. Todos los cambios se realizan por encima de las 6 000 rpm y cuando conecta la sexta solo sube hasta las 5 500 rpm. La séptima marcha, al igual que la octava en el caso del A4, es puramente económica. Los frenos, de discos en las cuatro ruedas y ventilados en el tren delantero hacen un trabajo impecable, incluso a velocidades extremas.

Resumiendo, el Audi A3 Cabrio es un descapotable apto para complacer a los más exigentes. Con excelentes prestaciones y un consumo ajustado (promedió 6.9 L/100 km), destacan en él su motor, transmisión, dirección y frenos. Extrañamos los mandos al volante y la entrada de puerto USB en el equipo de sonido, ambos disponibles con otros niveles de equipamiento. Excelencias del Motor realizó este viaje de prueba con la colaboración de la firma italiana Resigum, la agencia de viajes Excelencias Travel y la rentadora de autos  Rex.

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Willy Hierro Caveda