Leyland P76: la historia de un buen auto con mala suerte

Creado: Dom, 14/03/2010 - 22:52
Créditos
Jorge Esténger Wong
Leyland P76: la historia de un buen auto con mala suerte

Canguros y tiburones blancos han capitalizado buena parte de la imagen de Australia en los últimos tiempos, de su mercado automotriz y su historia se difunde mucho menos. Sin embargo, tienen rasgos bien singulares por sus características geográficas, sus largas distancias y carreteras de interminables rectas. El P76 es un modelo que la marca británica Leyland -de la British Motor Company (BMC)- lanzó por los años setenta dirigido especialmente a ese mercado.

El Leyland P76 salió al mercado en 1973 en un intento inglés de retomar posiciones en un mercado que dominaban los entonces ”tres grandes de Detroit“ con sus modelos ”compactos“ Kingswood; Falcon y Valiant, los cuales lograron mejores resultados allí que en la propia Norteamérica.  Buscando una amplia aceptación Leyland empleó una fórmula convencional: tracción trasera y motor delantero potente. Todo ello en un sedán familiar con un diseño de exquisita factura, obra del artista italiano Giovanni Michelotti de amplia reputación por sus creaciones para BMW; Maseratti y Triumph.

La producción comenzó en la planta de Zetland, en Sidney, en 1973 y se exportaron partes para ensamblaje en Nueva Zelandia.  El P76 ofrecía importantes avances para el mercado australiano de los años setenta con el primer motor fabricado enteramente de aleación ligera, frenos de discos asistidos en las ruedas delanteras, limpiaparabrisas camuflados, capó de apertura por bisagra frontal y manillas de puertas empotradas.

Todo ello unido a la potencia de los motores disponibles (un seis en línea de 2.6 y un V8 de 4.4 litros)  hacía pensar que el P76 era ideal como sedán familiar: no fue así.  La pobre calidad de su manufactura y las interrupciones de la planta de producción por sucesivas huelgas dieron al traste con sus posibilidades.  Rápidamente un aura de calidad mediocre le rodeó y en apenas dos años toda producción relacionada al modelo P76 en cualquiera de sus variantes cesó.

Tan drástico final fue acelerado por la pobre imaginación del equipo de marketing encargado de su promoción. Un nombre tan insípido como P76 no define un producto como un sedan orientado a la familia.  Las siglas asemejan mucho más a un modelo de aviación de combate o incluso a una vacuna médica que a un automóvil.

Su competencia directa sí tenía claro estos conceptos básicos y pudieron, además de la mayor organización y capitales de respaldo, afianzar sus posiciones.  De cualquier forma el P76 era un excelente auto para la época y el lugar escogido, con potencia, funcionalidad y elementos novedosos.  Hoy es una pieza interesante de la historia del automovilismo en Australia.
 

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Jorge Esténger Wong