Qué es el efecto suelo… cómo funciona físicamente. Conozca de sus orígenes en la Fórmula 1, evolución técnica y cómo se traslada a los coches de calle y a los superdeportivos modernos.
El efecto suelo es uno de los conceptos aerodinámicos más potentes y fascinantes del automovilismo. Permite generar una gran fuerza vertical (downforce o carga aerodinámica negativa) sin recurrir exclusivamente a enormes alerones, lo que reduce el drag y mejora la velocidad punta.
El efecto suelo es la creación de una presión más baja debajo del coche respecto a la presión ambiente, de modo que la diferencia de presiones empuja el vehículo hacia abajo. Técnicamente se aprovecha el principio de Venturi y la variación de presiones descrita por la ecuación de Bernoulli: al acelerar el flujo de aire por una sección más estrecha (por ejemplo, un túnel bajo el coche) la presión estática disminuye.
El resultado es una mayor adherencia de las ruedas al asfalto, mejor agarre lateral y mayor velocidad en curvas. Lo importante: no se trata de «succión» mágica, sino de manipular el flujo de aire para que pase más rápido y con menor presión por debajo del vehículo, mientras el flujo sobre el coche se mantiene controlado para minimizar resistencia.
El efecto suelo no nació de un día para otro. Su explotación sistemática se atribuye a Lotus con los diseños de Colin Chapman a finales de los 1970 (Lotus 78 y, de forma definitiva, Lotus 79). Esos monoplazas incorporaron taloneras y túneles en los laterales que canalizaban aire y creaban cámaras Venturi a los lados del chasis: la carga crecía muchísimo sin añadir alerones voluminosos.
La ventaja fue enorme y, entre los años 1978 y 1982, muchos equipos desarrollaron soluciones similares. No obstante, el efecto suelo tenía riesgos: los coches dependían de mantener una altísima estabilidad en la distancia suelo-chasis; un golpe o pérdida de integridad de los faldones podía provocar súbitas pérdidas de carga y accidentes.
Evolución técnica del efecto suelo
Aunque el efecto suelo «puro» fue regulado, los principios reaparecieron en distintas formas. El desarrollo del difusor trasero (finales de los 80 y 90) aprovechó la expansión del flujo bajo el coche al salir por la zaga para crear baja presión y, por tanto, carga aerodinámica. Las soluciones modernas combinan:
- Túneles Venturi y difusores perfilados bajo la carrocería.
 - Faldones rígidos o flexibles (en su momento) para controlar la entrada de aire lateral.
 - Rake: ángulo de «cabeceo» del coche que aumenta la diferencia de presión.
 - Gestión de la capa límite para evitar desprendimientos del flujo.
 
En 2022, con la nueva normativa de F1 que priorizó el suelo como fuente principal de carga, el efecto suelo volvió a primera línea. Los monoplazas generaron enormes cargas verticales, pero apareció un efecto colateral: el porpoising (cabeceo vertical repetido) por la interacción entre el suelo, la suspensión y la estela de separación del flujo. Equipos e ingenieros debieron adaptar suspensiones, reglajes y geometrías para mitigarlo.
    