Un hombre, dos historias ferroviarias

Creado: Dom, 22/07/2018 - 14:51
Autor: Yanay Prats Herrera
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De este lado del mar tenemos la pionera línea férrea cubana —el tramo Habana-Bejucal (1837)—, que el archivo ferroviario español igualmente registra como su primera. Y más allá del Atlántico la inauguración del ferrocarril peninsular con el trayecto Barcelona-Mataró (1848). En un punto del tiempo estas dos historias convergen en un hombre, Miquel Badia Bunyol, quien llevó el sueño del camino de hierro de nuestra tierra a la suya.

Ese comerciante y esclavista catalán se radica en la Mayor de las Antillas para 1821, donde logra una fortuna nada despreciable. Como hombre de negocios entendió tempranamente lo que la naciente tecnología ofrecía y se interesó (junto al conde de Fernandina y a Joaquín Gómez) por impulsar el proyecto en Cuba, el cual fuera finalmente concretado por la Junta de Fomento, presidida por el Conde de Villanueva.

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Sin embargo, Miquel no perdió pista sobre el desarrollo de ese empeño, y fue uno de los privilegiados que asistió a la inauguración en La Habana; la leyenda refiere que durante el evento comentó al Gobernador General de entonces, Miguel Tacón, que llevaría el ferrocarril a su pueblo y que, en unos años, uniría Barcelona con Mataró.

Especulaciones a un lado, lo cierto es que cuando Badia regresa a su región natal en 1840 se fue “picado por el bichito”, por lo que una vez que arriba comienza gestiones con el objetivo de ganar inversores; para ello, sin duda, su experiencia en la Isla con empresas de tal índole debió resultarle fundamental; aunque sin perder de perspectiva las diferencias de contextos socioeconómicos y políticos entre uno y otro país.

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Para empezar, contacta con el empresario Josep María Roca, financiero catalán establecido en Londres, y mediante él con varios ingenieros británicos. Así —además de interesar accionistas de Barcelona, Puerto Rico y Cuba— Roca implica en el proyecto a Joseph Locke, ingeniero y miembro de la Cámara de los Comunes, con participación en la construcción de líneas por Europa.

Luego, en 1845, constituyen la Compañía de los Caminos de Hierro de Barcelona a Mataró, entidad encargada de la obra, y, finalmente, los trabajos arrancan en 1847. Muchos fueron los obstáculos e infortunios superados —la retirada del capital británico e, incluso, el fallecimiento del propio Miquel en junio de 1848—; no obstante, para esa fecha ya casi todo se había hecho, y el 28 de octubre del mismo año de su muerte queda inaugurada oficialmente la vía Barcelona-Mataró.

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Del histórico momento el Museo del Ferrocarril en Cataluña conserva una réplica de la máquina que funcionó ese día (hoy se nombra Tren del Centenario, pues es construido y expuesto pasados 100 años de aquellos memorables acontecimientos): la locomotora Mataró, símbolo del inicio ferroviario en España, una historia que enlaza con la nuestra gracias a la pasión de un hombre.

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