Automóviles malditos, con pérdidas millonarias

Creado: Dom, 19/08/2012 - 17:22
Créditos
Jorge Esténger
Automóviles malditos, con pérdidas millonarias

Resulta muy curioso que en los Estados Unidos, donde el automóvil es un icono del estilo de vida, ninguna marca logre un éxito comercial desde la década del veinte del siglo pasado.  Todo lo contrario ha ido sucediendo en el resto del mundo, donde han surgido verdaderos emporios que han pegado a las marcas ”americanas“  contra la pared, y disfrutan hoy de la preferencia del mercado mundial.  Tal es el caso de Hyundai, Toyota, o Volkswagen. En verdad, fue Chrysler el último fabricante norteamericano en tener éxito en producir, de forma masiva, vehículos automotores.  Para colmo de males, no solo fracasaron los nuevos intentos, sino que importantes  compañías ya existentes han desaparecido del mercado.

Tucker, uno de los más famosos ”fracasos“.


En realidad el Tucker era un auto revolucionario para Norteamérica y el público se interesó en él.  Estaba lleno de elementos poco comunes: su motor era de helicóptero, con enfriamiento por agua incorporado, la transmisión -adquirida en lotes de chatarra-era de los antiguos Cord y aún hoy se habla de su faro central ”ciclope“.  La forma en que Preston Tucker  organizó su compañía, su publicidad y hasta su propia personalidad levantaron gran revuelo. Terminó con una deuda  superior a los 28 millones de dólares, cuando las autoridades gubernamentales lo obligaran a cerrar su fábrica, acusándolo de maniobras fraudulentas en perjuicio de sus accionistas.

Imposible no hablar del Edsel.

Al final de los años cincuenta Ford sufrió el descalabro más comentado de la industria automotriz.  Su nuevo Edsel no resistió más de tres años en venta y le esquilmó de sus arcas la monumental cifra de 250 millones de dólares de la época, más de 1000 millones actuales.  Sin embargo, el Edsel no era, en realidad, un auto malo –incluso compartía importantes elementos con otros modelos de la compañía- simplemente se presentó en un momento inoportuno, y su parrilla, semejante al collar de un caballo, fue objeto de numerosos chistes por parte de los medios.  Incluso otro modelo de la Ford, el Lincoln Continental Mark II, causó mayores pérdidas per cápita, pues de  las 3012 unidades que se construyeron en sus 22 meses de producción, cada una dio lugar a una pérdida de 1000 dólares.

Cord, un asesino en serie.

El triunvirato aglutinado por E. L. Cord en las marcas Auburn-Cord-Duesenberg produjo en sus años al rey, la reina y el príncipe de los vehículos norteamericanos de todos los tiempos.  Ello no fue impedimento para su lamentable final, abrumado de deudas, y posterior quiebra de la compañía.  Sencillamente, los autos eran tan buenos que estaban en otra galaxia…y sus precios también.  E. L. Cord intentó lidiar con este problema y bajó tanto los precios que un Auburn V12 en 1932 se vendía por US$ 1595,00 o un auto de carreras Auburn en 1935 por US$ 2245,00.  Algo similar sucedió con el Cord, verdadero lastre que jamás logró recuperar con sus ventas los costos de su creación.  Este vehículo no compartía ningún elemento con otros de la compañía y ello lo hacía especialmente vulnerable.  Por último el magnífico  Duesenberg no rebasaría las 475 unidades, lo cual le otorga un inigualable valor hoy en día,  pero fue un tremendo impulso a la bancarrota final de 1937.

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Jorge Esténger