Buick 1937 Serie 40: La pasión de un francés en Cuba

Creado: Lun, 26/10/2009 - 16:41
Créditos
Jorge Esténger Wong

Aplatanarse, en Cuba, es un término empleado desde tiempos inmemoriales para describir cómo personas de las más disimiles latitudes se apropian de costumbres, hábitos, tradiciones: en fin de los más diversos elementos que conforman nuestra rica cultura criolla. Cómo tantas cosas hermosas de esta Isla nadie debe pensar que este es un fenómeno del pasado, posee plena vigencia y se revela cada día con nuevas manifestaciones. El auto antiguo, tan arraigado hoy a nuestra identidad, es una de ellas.

Marcel Garriges es un francés llegado a Cuba en medio de los años noventa, vino con planes de trabajo y así se ha mantenido entre nosotros todos estos años. Poco a poco el calor del Caribe lo ha fundido a nuestras raíces y como es un extraordinario amante de los autos de época se enamoró perdidamente de este hidalgo ejemplar de Buick de 1937, el cual descubrió en total ruina y abandono, y con paciencia infinita ha restaurado, paso a paso.

Lo encontró totalmente ”peladito“, como él mismo refiere. Fue un caso de amor a primera vista, lo vio cuando ya estaba a punto de adquirir un Chevrolet 1958 en excelente estado, y no lo dudo un instante. A partir de ese momento fue necesario reconstruir cada detalle del auto. La careta, por ejemplo, no existía. Es un elemento clave en la imagen de este auto, se hizo a mano, artesanalmente, como en los primeros tiempos del automóvil. Se emplearon tiras de cobre cortadas a la medida, una por una, luego ajustadas, cuando se montó perfectamente se procedió al niquelado.

Conserva su motor original, un ocho en línea Dynaflow, el cual no ha sido reparado. Es, por si mismo, una atracción para cualquiera; su producción quedó perdida en el tiempo pues Buick los produjo hasta principio de los años cincuenta, cuando definitivamente pasó a los motores V8. La tapicería, instrumentos y otros tantos detalles se han incorporado a medida que han sido localizados. Se ha mantenido la originalidad como una regla inviolable, de tal forma que incluso se ha mantenido el ”asiento de la suegra“, a pesar de todos los problemas que una de ellas puede causar a cualquiera de nosotros. En realidad es algo típico de la época y fue bautizado así desde siempre.

Hoy en Cuba tenemos la tradición de emplear los autos de época en las Ceremonias de Bodas -donde se ven magníficos con las novias en sus esplendidos vestidos- y este asiento, felizmente, ha visto cambiar su función siendo ahora ocupados por las novias, que de esta forma ofrecen un majestuoso espectáculo admirado por todos mientras se desplazan por la ciudad, camino a la ceremonia. Entonces la pasión por los autos antiguos y la clásica formalidad de los cubanos en nuestras ceremonias de matrimonio se funden en una tradición que ya cuenta con varias décadas y que conquista a quienes como Marcel vienen a esta Isla y sin apenas percatarse se ”aplatanan“, aportando a su vez en el proceso nuevas costumbres que enriquecen nuestra cultura.

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Jorge Esténger Wong