De tránsito, multas y choferes

Creado: Vie, 24/02/2017 - 18:02
Créditos
Willy Hierro Allen
De tránsito, multas y choferes

Las leyes del tránsito, las contravenciones y los ejemplos para crear una verdadera educación vial, están presentes en la historia desde mucho antes de que los sumerios inventaran la rueda, unos 6 000 años atrás.

Desde tiempos remotos se hizo necesario organizar el tráfico en las calles y calzadas del interior de las nacientes ciudades, así como en los caminos y carreteras que las interconectaban. Así surgieron las disposiciones, leyes o bandos para regular el tránsito. Primero de las personas, camellos, caballos, burros y demás, luego carruajes y carromatos para, finalmente automóviles, camiones, motocicletas y otros artilugios inventados.

Paralelo a las legislaciones, nacieron las multas. Para los automovilistas españoles, la Reina Regente María Cristina, madre de Alfonso XIII, dictó el Reglamento para el Servicio de Coches Automóviles por las Carreteras del Estado que, en su artículo 20, decía: ”el conductor que en el transcurso de un año infringiere dos veces las prescripciones a sus deberes, podrá ser privado de su permiso para conducir automóviles“.

Antes, en 1767, el Rey Carlos III se propuso controlar el tráfico entre Madrid y Aranjuez. Los accidentes y los problemas eran constantes, por lo cual el monarca ilustrado estableció un sistema de  sanciones que sirviera, entre otros aspectos, para sufragar los gastos de mantenimiento de la vía.
 
En ese código se especificaban las multas por cruzar lugares prohibidos, romper los guardar raíles o causar daños en el arbolado.

Anteriormente el Virrey de Valencia, Juan de Ribera, reguló el parqueo. Sí porque en 1584 amenazó con la excomunión a todos los conductores de vehículos que dejasen aparcados sus carromatos en las calles por las cuales transitaran las procesiones en honor a San Vicente Mártir, al Corpus Cristi o a Nuestra Señora de Agosto.

Y en la Inglaterra del siglo XV, el código Liber Albus (aplicados en las calles de Londres) prohibía conducir carretas a mayor velocidad de lo habitual por el simple hecho de ir vacías. Los infractores eran penados con una multa de 40 peniques. Incluso Isabel la Católica se ocupó del tránsito. En el Primer Código de Sanciones de España, señaló que el conductor que fuera detenido en estado de embriaguez, pagaría multa, perdería su carro y, de ser grave, sería llevado a prisión.  

Pero la mayor sanción que encontré fue la aplicada a un egipcio hace unos 2 800 años. Llevado ante el tribunal por chocar con una estatua y atropellar a una niña, el acusado fue condenado a ser colgado en la puerta de la taberna donde se emborrachó hasta que los animales carroñeros se deshicieran de su cuerpo, como escarmiento.

Nada que manejar bajo los efectos del alcohol nunca ha sido bien visto. 

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Willy Hierro Allen