Falta todavía un mes para que el Salón de Frankfurt encienda sus focos, pero en el horizonte ya se vislumbra la estrella en particular que iluminará el stand de Mazda. Se trata de la versión definitiva del CX-5, que nace con carrocería de todoterreno para desafiar al Ford Kuga, al VW Tiguan, al Nissan Qashqai y al BMW X1 desde la primavera del año próximo.
No en vano, cabe remarcar la trascendencia de este exponente, cuando supondrá el inicio de la etapa tecnológica llamada SKYACTIV, siendo por demás el primer modelo de producción en plasmar el nuevo lenguaje de diseño KODO (”alma en movimiento“) que caracterizará a la futura gama del fabricante de Hiroshima.
La tecnología SKYACTIV, de hecho, engloba numerosas soluciones en términos mecánicos, como el uso de carrocerías y plataformas más ligeras, motores más eficientes y cajas de cambios evolucionadas. De ahí que en Europa el CX-5 se venderá inicialmente con un propulsor de gasolina de 2.0 l con inyección directa y otro turbodiésel 2.2 l, cuya relación de compresión será de 14 a 1 resultando, en palabras de Mazda, ”ideal para la eficiencia“.
Así la firma japonesa asegura que el CX-5 2.2 con el nivel más bajo de potencia, la caja de cambios manual, el sistema i-stop y tracción delantera expulsará unas emisiones inferiores a 120 gramos de CO2 por kilómetro recorrido. Mientras, con las pautas estéticas avistadas anteriormente en los concepts Shinari y Minagi, inaugura una nueva era bajo la visión creadora de Ikuo Maeda, tras la marcha de Laurens van den Acker a Renault como jefe de diseño a mediados de 2009, de modo que los bajos, las aletas y los faldones laterales en plástico le otorgan una imagen más campera y resistente a los golpes para concretar un innovador SUV compacto, tan despampanante como funcional, que brillará seguramente en la feria de Frankfurt.