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La Argentina es famosa, además de por los argentinos, por los tangos. Esa singular forma de canción define a ese sureño país como ninguna otra cosa, y la industria automotor no es la excepción. Sin embargo, en la Argentina se producen automóviles desde hace varias décadas y hoy su producción se basa, sobre todo, en modelos ”reciclados“ que las compañías (casi todas extranjeras) fabrican allí y comercializan en el resto del continente. Esto no siempre fue así, veamos la historia.
A principios del Siglo XX la Argentina era, nada menos, que la octava economía mundial. La salida de la Segunda Guerra Mundial la dejó en condiciones de bonanza suficientes para mantener un fuerte ritmo de crecimiento y seguir los pasos de la creciente industrialización que los grandes capitales ya comenzaba a radicalizar. Por todo ello en la década de los cincuenta la industria automotor argentina logró producir su primer vehículo ciento por ciento argentino.
El proyecto comenzado unos años atrás dio como fruto un pequeño sedan de inspiración ”europea“, con una típica carrocería de ”pontón“ de aspecto severo y fuerte. Tenía cuatro puertas y podía albergar con calidad a cuatro personas, aunque los proyectistas anunciaban cinco.
La mecánica de este gaucho de pura cepa era un motor de combustión a base de gasolina, de dos tiempos y cuatro cilindros. En época tan remota, y como prueba de su clara inspiración europea, tenía tracción delantera y alcanzaba hasta 125 km/h de velocidad máxima.
A pesar de todo lo anterior su rendimiento no era de los mejores, pues apenas alcanzaba unos 8 km/l cuando los Peugeot y Simca franceses ya superaban los 10 km/l. El vehículo llevó por marca Institec y el modelo Justicialista, sin dudas nombres poco atractivos comercialmente. De cualquier forma el hecho constituyó todo un éxito para la industria argentina que logró un hito al sur del continente americano.