Los duros rallyes de inicios del siglo XX

Creado: Dom, 17/01/2010 - 23:15
Créditos
Willy Hierro Allen
Los duros rallyes de inicios del siglo XX

El debut del automovilismo como deporte fue más severo de lo que muchos suponen. Los autos debían transitar miles de kilómetros por caminos infernales o a campo traviesa para llegar a la meta. El periodista ruso Andrey Nagel compitió en el 2do Rally de Montecarlo y narró sus experiencias, juzgue usted entonces cuán duro puede ser hoy el Rally Dakar Argentina-Chile, comparado con éste.

A las 8 en punto de la fría mañana del 13 de enero de 1912, Nagel y su  copiloto-mecánico Mikhailoff, salen de San Petersburgo. Unos 3 260 km los separan de Mónaco. Conducen un auto marca Russo-Baltike modelo C24/50 CV, Torpedo Roadster Manako Type, con el # 14. Entre la multitud que va a despedirlos, está el propio Zar de Rusia (Nicolás II).

El cruel invierno ruso castiga a los intrépidos automovilistas en su auto descapotable con techo de lona. Mikhailoff se ha lesionado la mano el día anterior con la manivela de arranque y Nagel, sin copiloto, tiene que manejar todo el trayecto. Los primeros 100 km, Mikhailoff va a pie delante del auto, guiándolo. El promedio de velocidad es apenas 10 km/h.

Han retirado el parabrisas para que no se acumule la nieve sobre el motor; el agua del radiador la sustituyen por alcohol, que no se congela; cambian los faros de acetileno, abren un agujero  entre el habitáculo y el motor para calentarse, la temperatura marca 22 grados bajo 0. En fin, hacen de todo en aquellas condiciones sobrehumanas. Cada 500 km paran para rellenar de aceite el motor.

El frío es tal que en las paradas hacen una hoguera para calentar el aceite congelado. Si duermen, cada dos horas arrancan el motor para que no se enfríe demasiado y el aceite del cárter no se solidifique, porque entonces será imposible arrancarlo con la manivela. En las paradas quitan la dinamo y la colocan entre sus ropas para mantenerla tibia. Al cruzar los bosques de Estonia, una manada de lobos hambrientos los persigue…

Nagel envía un enigmático telegrama a los organizadores: ”Espérennos, llegaremos a tiempo, si no nos congelamos o somos comida para lobos.“ Las cadenas que cubren los neumáticos traseros para andar por la nieve, gastadas, terminan caer cerca de la ciudad alemana de Heidelberg. En la ciudad francesa de Belfort hacen noche. Se enteran de que ya el equipo alemán pasó por allí.

Salen bien temprano a tratar de alcanzarlos, pero quedan atascados. Sin cadenas no es posible seguir. Mikhailoff se queda en el auto y Nagel va al poblado más cercano en busca de cadenas. Las compra carísimas a un bodeguero quien, además, manda a sus hijos en ayuda de los intrépidos automovilistas. Todo listo, continúan.

Llegan de noche a la aduana de Avignon. Allí descansan hasta que abren la frontera por la mañana y parten a todo gas rumbo a Montecarlo. Cruzan la meta en Mónaco el 21 de enero, poco antes de la hora de comida. Son los primeros en llegar. Los alemanes, que partieron desde Berlín, arriban casi 6 horas después. Los italianos no han podido salir por el mal tiempo, lo harán el 24 de enero.

En total, Nagel y Mikhailoff tardaron 195 horas y 23 minutos en recorrer los 3 257 km que separan San Petersburgo de Mónaco. Su velocidad promedio fue de 16.7 km/h. Consumieron 600 litros de gasolina, a una media de 18.5 litros por cada 100 km recorrido.

Desafortunadamente para los rusos, queda en 9no lugar su auto. No solo se toma en cuenta el lugar de llegada, sino la belleza del auto y su estado de conservación. En estos dos últimos aspectos, el Russo-Baltike está bastante mal parado tras la extensa travesía. Por las reglas deportivas de hoy, habrían ganado.

Si quiere saber más de Nagel, escríbanos. Porque, entre otras hazañas, también cruzó el desierto de Sahara en automóvil.

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Willy Hierro Allen