Mi regalo en el Día de los Padres

Creado: Sáb, 18/06/2011 - 22:12
Créditos
Willy Hierro Caveda
Mi regalo en el Día de los Padres

Quiero dejar atrás, por esta vez, las felicidades tempraneras de mi hija en el día de los padres, para escapar con mi papá e hijo varón –los tres varones de la familia Hierro- en este sueño que vivo como si fuera real. Nos vamos a correr a Monte Carlo, el mítico trazado principesco, en esta mañana especial y donde –gracias a que soy de poco dormir y mucho soñar- están vacías todas sus calles. Así, y con la condición de presentarnos con deportivos ecológicos, comenzaremos bien temprano la carrera de nuestras vidas.

Mi padre (Willy Hierro Allen), que no puede traicionar sus raíces ni el amor por los coches norteamericanos, se ha decantado por un Tesla Roadster. Se trata de uno de los autos ecológicos más veloces. No por gusto muchos pagan un elevado precio y esperan durante varios meses para subirse a este exclusivo automóvil.

Mi hijo (Willy Jesús Hierro Rodríguez), quien ama tanto la tecnología como lo novedoso y original, se apareció con un Lightning GTS. Su nombre Lightning (relámpago en español) le viene como anillo al dedo, por lo de eléctrico y veloz. De producción británica, este deportivo eléctrico tiene cuatro motores, uno por rueda, que suman 700 CV y una autonomía de 400 kilómetros.

Mientras yo, para no defraudar al medio ambiente y a mi pasión por los pistones y las válvulas, puse a rugir en la línea de salida un Saab AeroX. Este modelo, de la factoría sueca, es un bólido que, aunque lo mueve un motor V6, sobrealimentado y de 2.0 litros de desplazamiento, utiliza como combustible el bioetanol. De esa manera no emite ni un gramo de CO2, por lo que es tan ecológico como cualquier coche ciento por ciento eléctrico.

Cuando se apagó el semáforo rojo los tres pisamos a fondo el acelerador. Impresionante la salida del Tesla, sus 3.9 segundos de 0 a 100 km/h fueron más que suficientes para dejar sembrado al Lightning GTS, pilotado por mi hijo y a mi Saab AeroX. Tanto que llegó solo a Sainte Devote, la primera curva, se va despegando. Voy segundo, mientras Willy Jesús se mantiene a mi rebufo. Así pasamos la curva dos (Beau Rivage) casi recta, seguimos por la Massenet, más pronunciada a la izquierda, y luego la del Casino a la derecha.

Mirabeau Haute, la quinta curva del trazado de Monte Carlo es bien cerrada y a la derecha. Ese fue el punto que aprovechamos, mi hijo y yo, para acortar distancia en la frenada. De ahí a la curva del Gran Hotel fuimos, literalmente, como un trencito. En esta curva tuve que poner primera en mi Saab, mientras que los bólidos de mi padre e hijo, al ser eléctricos, se mantenían en su única velocidad. Así seguimos, separados por centímetros hasta la curva Portier (octava de Mónaco) girando a la derecha.

Aquí comienza la parte más rápida del trazado, entramos al túnel, los coches van a más de 200 km/h, me lanzo. He pasado a mi padre, quien lleva a tope su tesla, por el interior del túnel. Los tres vamos full, pero viene la peor frenada del trazado de Mónaco, la doble chicane. Voy delante, mi padre al rebufo y mi hijo… ¡nos ha pasado en la frenada y por dentro! No tiene ángulo para doblar, se saltó la chicane. Quiere demostrar que puede, que es valiente, pero la inexperiencia lo llevó al error y tendrá que darnos paso.

Me voy alejando, ahora la lucha es por la segunda posición, si no me equivoco seré el ganador de la carrera, que está pactada a una sola vuelta. Doblo a la izquierda en Tabac, la curva doce, el trazado tiene diecinueve, sigo líder. Entramos en la Piscina, curvas 13, 14, 15 y 16. Desaparece mi ventaja, volvemos a ser un trencito, ¡como aceleran los coches eléctricos!

Ya estamos en Rascasse, curva diecisiete, si salgo delante aquí la carrera será mía. Sé, por los retrovisores, que tengo a mis ”rivales“ muy cerca, pero los autos eléctricos son ultra silenciosos, no los siento. Dos curvas más y paso la meta, ¡qué emoción! He ganado la carrera, el Tesla de mi padre es segundo, con mi hijo tercero en su Lightning GTS.

¡Qué alegría!, sé que mi padre en el fondo también está feliz. Al igual que yo, que me siento orgulloso de ver como mi hijo sigue nuestros pasos y que, aunque ahora fue tercero, más temprano que tarde nos ganará la carrera.

Recibo un beso, los buenos días, ¡Felicidades papá! Es mi hija, me saca de la cama, lleva en sus manos una postal que tiene más valor que los millones del principado. Comienza este grandioso día, es domingo, y ya fui feliz corriendo entre almohadas, en Monte Carlo, la carrera de mi vida.

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