Un sugerente modo de transitar por el parque tractivo de los ferrocarriles en Cuba sería desde los nombres curiosos de las locomotoras que circularon.
Siempre enfatizo que este patrimonio industrial, protagonista desde que se introdujo la tecnología con las primeras máquinas de vapor, y luego con la evolución hacia las diésel y eléctricas, constituye un eslabón fundamental en el ser de la nación cubana, no solo por su importancia económica, sino además por sus valores socioculturales.
Sin embargo, hoy le propongo un bosquejo diferente y divertido por la historia del ferrocarril en Cuba, a partir de varios de los apodos de estos vehículos. ¿Quiere descubrirlos?
En cada década encontramos casos llamativos como Pata de Palo, los ferroviarios llamaban así a las MAX 850 D, procedentes de la República Federal de Alemania, pues aunque eran locomotoras diésel, tenían bielas como las máquinas de vapor.
Asimismo, tenemos las Mamut, GE C30-7, una de las más grandes que hayan circulado por nuestro país, cuyo mote se debió justamente a su peso, por lo que antes de ponerlas en operación en las líneas cubanas hubo que quitarles el freno dinámico y el lastre, además de reducirles los tanques de combustibles para aligerarlas.
Y por detallar algunas más, las locomotoras soviéticas TEM, con presencia en Cuba en distintos modelos, todas las generaciones con sobrenombre Pato, lo que debieron a su poca capacidad para desarrollar velocidad en tramos cortos; o las TE114-K, Casa de Guano, bien raras en su diseño y que se ganaron el apodo precisamente por su apariencia.
Son solo unas pocas de los muchos ejemplos que existen, Melón, Canario, Cucaracha, Reina Isabel, Fiebre Amarilla, Colmillo Blanco…, todos iguales de originales y simpáticos. Así que ya sabes, dime el nombre, y te diré la locomotora que era…
