En los últimos tiempos, de manera considerable, ha aumentado la transportación de inmensas cantidades de madera, responsabilidad de peculiares embarcaciones reconocidas en la esfera del comercio marítimo como barcos madereros.
El sostenido crecimiento de la producción forestal, aunado a su posterior comercialización, constituyen los impulsores principales de la subida, a la cima de los imprescindibles, de este tipo de buques.
Cifras como los 5 millones de toneladas anuales de madera rolliza y los 2 millones de madera aserrada que transporta Uruguay, por citar a uno de los representantes a la vanguardia de este tipo de actividad económica, son una muestra de ello.
Y tan estimables son los resultados del traslado por mar de la madera que el productor forestal o industrial, aunque cuenta con dos válidas opciones para esto: vía ferroviaria o por carretera, apuesta por estos enormes barcos capaces de desarrollar tal hazaña.
Imponentes buques cuyas medidas oscilan, por lo regular, entre los 100 y 110 m de eslora, para un embarque mensual promedio de 30 000 troncos de madera, arriban a los puertos de China, Nueva Zelanda o Chile, importantes receptores de madera en el mercado mundial.
Aunque por estos días, de manera inminente, el abanico de alternativas de comercialización ubique a los barcos madereros en un puesto privilegiado, y casi de redescubrimiento, desde el siglo XIX navíos como el Baron of Renfrew y el Columbus ejercían como tales.
Una ya no tan reciente ni novedosa modalidad de embarcación está ocupando un espacio relevante en la transportación marítima: los barcos madereros recuperan hoy parte de su historia y su utilidad en los mares.
