Hay modelos que, inexplicablemente, fueron un fiasco para sus fabricantes. Destinados a triunfar como el Citroën XM, terminaron fugazmente su vida.
El Citroën XM se proyecta con la encomienda de sustituir al excelente CX. Debía, incluso, superar las expectativas y ser capaz de batir, nada menos, que a sus rivales alemanes.
Citroën apostó entonces por uno de sus mejores rasgos: su capacidad innovadora. Reconocida a lo largo de la historia por sus modelos novedosos y vanguardistas, la marca ha debido sufrir, en pago, las consecuencias que ello implica. Traer novedades o criterios novedosos y diferentes, siempre implica un riesgo y esto definió al Citroën XM.
De este modo, en 1989, se lanza al mercado esta nueva berlina, enmarcada en el segmento E, aunque también disponible como familiar. Viene cargado con todo lo que podía ofrecer Citroën en la época …y algo más. Sus ingenieros desarrollaron un vehículo tan avanzado como para atraer al exigente segmento ejecutivo. Para complementar la tarea, su diseño corrió a cargo de Giuseppe Bertone y se apostó por el confort como base de su carácter.
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Basado en la misma plataforma del Peugeot 605, el Citroën XM estaba disponible en carrocería sedán de cinco puertas y en una variante familiar aún más polivalente. Su mecánica estaba compuesta por motores de gasolina, de cuatro y seis cilindros, y un abanico de potencia que llegaba hasta los 200 CV de potencia para los de gasolina, y 130 CV en los diésel, los cuales incluían variantes con y sin turbo. Hasta aquí, todo era bastante convencional.
La novedad comienza en la aplicación de la electrónica. El Citroën XM fue el primer modelo de la marca en equipar un sistema de suspensión con control electrónico, contaba con la dirección asistida Diravi, un volante multifunción e incluso un arranque codificado. Citroën quería entrar en la vanguardia electrónica y apostaba en grande.
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Pero aquí se dieron los problemas. Citroën se vio atrapada en la relación costes vs precio y buscó recortar los primeros. Y lo hizo en su instalación eléctrica, donde aplicó una serie de cambios que dieron fallos masivos en los conectores de este sistema. Esto, unido a que los talleres de la época no estaban preparados para un coche tan complejo, hizo que la mayor fortaleza del modelo, terminara siendo su mayor debilidad. Aun así, el Citroën XM resultó hasta un 50% más caro que su predecesor, el CX, algo lapidario cuando tu principal mercado es Francia.
El Citroën XM tuvo un segundo aire en 1995, con un lavado de cara, pero insuficiente para salvarlo. Su producción finalizó en 2000, con apenas de poco más de 300.000 unidades matriculadas.
