El ZIL-117, obra menor pero exquisita de la fábrica Likhachov, nació para cubrir un hueco en la escala de la élite soviética: un automóvil protocolario más ágil y menos monumental que el ZIL-114, pero con el mismo sello de poder y lujo. El diseño arrancó a finales de los años sesenta y los primeros prototipos rodaron a comienzos de los setenta; su propósito fue servir como vehículo para altos funcionarios y automóviles de escolta en desfiles y convoyes estatales.
Técnicamente, el ZIL-117 heredó el corazón del 114: un V8 de 6.959 cc que entregaba alrededor de 300 CV y estaba asociado inicialmente a una transmisión automática de dos marchas —que en 1975 pasó a una caja de tres relaciones—; contaba además con dirección asistida y suspensión robusta pensada para la comodidad de la comitiva. Su batalla reducida y carrocería algo más corta lo hacían más manejable sin renunciar al porte límpido de un gran sedán.
El acabado interior era netamente palaciego: cuero generoso, maderas nobles, tapizados cuidados y amenidades destinadas a la representación del Estado antes que al confort privado. Existieron también versiones descapotables (ZIL-117V) concebidas para los desfiles militares y actos oficiales en los que era necesario mostrar a las autoridades al público y cuya capota se recogía desde un interruptor en la consola, con el motor en marcha.
La producción fue testimonial: apenas medio centenar de unidades ensambladas entre principios de los setenta y finales de la década —las fuentes suelen coincidir en unas 50 unidades—; el convertible se fabricó en cantidades igualmente limitadas para uso en plaza pública. La manufactura, en buena parte artesanal, implicaba procesos lentos y costosos.
¿Por qué se dejó de producir? El ZIL-117 respondió a una necesidad protocolaria puntual y a una época concreta: con la evolución de la política, las prioridades de fabricación y el enorme coste por unidad, ZiL orientó su producción hacia modelos posteriores y más estandarizados, siendo el ZIL-4104/115 su heredero mecánico. Sin otro posible uso, los costes y la reorganización industrial soviética cerraron el capítulo de este pequeño gran limusina.
Hoy el ZIL-117 vive como pieza de museo y objeto de coleccionismo: símbolo de esa mezcla entre ostentación estatal y artesanía automotriz que definió la cima del automóvil oficial soviético. Su escasez y singularidad lo convierten en un tesoro buscado por museos y coleccionistas internacionales, siendo mundialmente apreciado.
