Ford A, restauración total

Creado: Dom, 14/02/2016 - 13:30
Créditos
Jorge Esténger Wong
Ford A, restauración total

Restaurar un auto clásico es el sueño de muchos, lograrlo requiere, sobre todo, pasión. Esta es la fascinante historia de la restauración de un Ford modelo A y de cómo sus protagonistas hicieron una amistad de años. Hoy, el ingeniero Luis Requena, conduce hasta nuestras páginas su adorado ”Fotingo“.

Para Excelencias del Motor resulta una agradable sorpresa regresar al Ford A. Sus dueños, de alguna manera, han tejido una especie de ”hermandad secreta“ la cual les ha permitido rescatar varios de estos autos. Luis Requena nos presenta el fruto de una restauración total: su ”Fotingo“.

Requena es ingeniero Mecánico de profesión y labora en el ramo desde su graduación. De sus 66 años, los últimos 13 ha trabajado en la División de Equipos Pesados de BDC International S.A., compañía belga dedicada (entre otros rubros) a varias ramas del transporte, con operaciones en Cuba desde 1983.

Esto le ha hecho conducir todo tipo de vehículos, pero siempre sintió añoranza por los pioneros, aquellos automóviles de la década del veinte. En 2006 pudo realizar su sueño. De regreso a casa, a su esposa le llamó la atención el aviso ”Se Vende“ pegado a un Ford A. Ahí mismo Requena retrocedió, conoció al propietario y ajustó la compra.

El Sr. Calzadilla había sido su único dueño, lo trajo a La Habana, desde su natal Holguín, décadas atrás. Tras vencer una enredada maraña burocrática –que incluyó más de 1000 km de viajes– pudo adjudicarse el ”fotinguito“ y comenzó su verdadera pasión: restaurar el Ford A. El modelo A reemplazó al famoso Ford T. Con él se llenó de colores, dejando el negro solo para los guardafangos. Tenía un motor 4 cilindros, 40 CV y frenos a las cuatro ruedas, de varillas.

Además, amortiguadores hidráulicos, caja de tres marchas y montó la primera radio del mundo en un automóvil. Requena –como ingeniero–sabía qué información, catálogos y datos precisaba. Una aventura así, comienza y cobra vida propia, convirtiéndose en una amalgama de amigos muy especiales.

Así, nos insiste en Raúl Lizaso, mecánico, propietario de otro auto similar, y a quien él llama amigo con esa solidez reservada para nuestros afectos más sinceros. Han trabajado en todo el carro. Nos habla del motor, el distribuidor de corriente, los frenos de varillas, el tubo de escape y la capota, cuyo mecanismo reconstruyeron hasta el detalle.

Algunos los fabricaron desde el scracht, incluyendo cálculo y diseño. Conoció al Sr. Jorge Henríquez, restaurador y a la sazón propietario de dos destartalados Ford A –los cuales acabaría vendiendo más adelante, ver ExM 46– con quien intercambió el velocímetro.

Requena se extiende sin premura cuando habla de su ”fotingo“, hoy restaurado en su mayoría, pendiente de algunos detalles de vestidura. La ”hermandad secreta“ ya rebasa fronteras, y amigos chilenos le ayudaron a desentrañar la preparación exacta de la pintura, para lograr el color Washington Blue original. Fontanar, donde vive, es casi el límite sur-oeste de La Habana, un lugar ideal para un paseo dominguero en su restaurado Ford A, un sueño hecho realidad con toda pasión.

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Jorge Esténger Wong