HISPANO-SUIZA Alfonso XIII, la realeza del automóvil

Creado: Dom, 06/08/2017 - 14:42
Créditos
Jorge Esténger Wong
HISPANO-SUIZA Alfonso XIII, la realeza del automóvil

Orígenes
En 1899, el ingeniero suizo Marc Birkigt se instala en Barcelona, al terminar sus estudios. Trabaja en el diseño de autos con motor mono cilíndrico, basados en el Panhard-Levassor.  La empresa tiene dificultades financieras y es cedida a otro hombre de negocios que decide enfocarse en el mercado de lujo. Entonces, Birkigt desarrolla autos basados en el célebre Mercedes de 1901.

Pero son tiempos convulsos y, en mayo de 1904, la compañía cambia de nuevo de dueño, y pasa a manos de Damian Mateu y Francisco Seix.  Para su suerte, ellos confían en su talento y forman oficialmente, en junio de 1904, la ‘Sociedad Anónima la Hispano Suiza’.  Ha nacido una dinastía de recio abolengo.

El Alfonso XIII
Luego de los primeros éxitos que habían aparecido en 1907, uno de los primeros amantes de la nueva marca resultó el joven rey de España, Alfonso XIII, quien tenía una gran pasión por los automóviles. Tanto fue así, que el Rey llegaría a convertirse, no solo en admirador de sus autos, sino en amigo personal del ingeniero Birkigt.

En 1908, se celebró la primera Copa de Cataluña sin presencia de autos españoles.  El Rey Alfonso XIII pide entonces a Birkigt desarrollar un modelo capaz de competir el próximo año.  El vehículo logrado lleva un motor de cuatro cilindros, de un solo bloque, el primero de este constructor.  No gana, pero enamora por su belleza.  Ya en 1910, un Hispano-Suiza gana la afamada carrera ‘Coupe de l’Auto’, en Francia.  Esta sería la semilla del Hispano-Suiza Alfonso XIII.

Aún en fecha tan temprana, Birkigt entrevé el espaldarazo que significa ganar torneos y decide fabricar un modelo derivado del ganador de la Coupe de l´Auto, al que llamará Alfonso XIII.  En 1911, la marca desarrolla una filial en Francia en Levallois, cerca de Paris para fabricar y comercializar automóviles.

El Alfonso XIII era un auto de avanzada en su época.  El motor era un cuatro cilindros, con la culata en ‘t’, 3.6 litros de desplazamiento y 56 CV de potencia.  Se cuidó mucho el peso del vehículo, algo poco común en la época, logrando apenas 600 kg.  Para lograr una buena conducción se fue meticuloso con las dimensiones, logrando un chasis bastante corto, con una distancia entre ejes de 2,4 metros.  Con estas características, este automóvil lograba 120 km/h como velocidad máxima y mantenía un promedio inusualmente alto en ese entonces: 80 km/h.

Créditos
Jorge Esténger Wong