Mercer, la máquina increíble

Creado: Dom, 13/06/2010 - 23:23
Créditos
Jorge Esténger Wong
Mercer, la máquina increíble

Luego del trabajo sobre el Ford de 1929 he reencontrado algunas máquinas de principios del automovilismo que merecen ser tenidas en cuenta por sus aportes a la consolidación del automóvil en la sociedad.  Hoy cuando decimos adiós a marcas como Pontiac o Mercury (y otras permanecen en un limbo inquietante) ya pocos mencionan autos como el Mercer, el cual fue considerado por más de medio siglo como "la máquina deportiva más famosa de los Estados Unidos".

En toda la historia del automovilismo muy pocas fábricas han podido jactarse de llevar sus productos directamente desde la línea de montaje a un autódromo y hacer allí un buen papel. Mercer logró esta hazaña y aunque los tiempos eran otros, los desafíos y peligros también. El Mercer tomó su nombre del condado donde se le construía en el estado de Nueva Jersey, muy lejos del después famoso centro automovilístico de Detroit. La sociedad fue creada en 1909 por dos ricas familias: Roebling y Kuser. Al año siguiente nació el famoso "raceabout" Mercer con tapa de cilindros en T, proyectado por Finley Robertson Porter, modelo que se mantuvo en producción hasta 1914. Su sólido motor de cuatro cilindros y 4.916 cc. lograba 50 HP a 1.700 rpm, una cifra nada despreciable para la época.  El auto era capaz de cubrir la milla en 51 segundos y alcanzar la velocidad máxima de 113,5 km/h. El embrague multidisco que funcionaba en un baño de aceite, aseguraba un accionamiento muy suave de la caja de cambios, que era de tres relaciones, con la tercera en toma directa.

La precisión del sistema de dirección y la excelente visibilidad que ofrecían al piloto las formas de la carrocería hacían posible una conducción rápida y segura. Una palanca manual comandaba los frenos de expansión que actuaban sobre las mazas traseras, mientras que el enorme freno que envolvía el árbol de la transmisión era accionado por un pedal. El modelo tenía una distancia entre ejes de 2.560 mm, el chasis -construido con largueros muy robustos- estaba suspendido sobre elásticos de ballesta. El motor y la caja de cambios se apoyaban, a su vez, sobre un bastidor auxiliar.

La línea del Mercer era la quintaesencia de la simplicidad. En su diseño se había buscado eficiencia y velocidad.  Muchos especialistas han afirmado, injustamente, que sólo por una feliz casualidad se había obtenido una máquina estéticamente agradable. No es lógico pensar que luego de tanto ejercicio crítico demostrado, los diseñadores fueran a tratar las líneas del vehículo como a las de un Ssang Yong Action, salvando las barreas del tiempo. Los Mercer venían pintados color marrón, rojo o marino, pero fue el último de estos tres colores el que mayor popularidad alcanzó.  Su precio osciló alrededor de los 2.500 dólares de la época.

El primer Mercer que se destacó en una carrera fue un "raceabout" que en 1910 conquistó el segundo puesto en una competencia disputada en Long Island, conducido por Washington A. Roebling II. En 1911, La casa Mercer comenzó a tomar en serio las carreras y formó una escudería oficial integrada por corredores de la fama de Eddie Pullen, Ralph De Palma, Spencer Wishart y Barney Oldfield.  El equipo obtuvo una larga serie de victorias y estableció varios records de velocidad. Hasta que estalló la Primera Guerra Mundial, la rivalidad entre la Mercer y la Stutz era el principal motivo de discusión entre los aficionados estadounidenses. La Mercer supo mantener a lo largo de su breve pero gloriosa vida el espíritu que había inspirado a los creadores del primer modelo. En 1919 se inició la decadencia de la firma, y en 1925 cerró definitivamente sus puertas. La próxima me acercaré un poco en el tiempo y dejaré en paz, por un rato, a los gloriosos fantasmas de inicios del Siglo XX.

Créditos
Jorge Esténger Wong