Hace más de medio siglo nació Alpine, una marca que se convirtió en un mito de la historia automotriz, y que desde su inicio tuvo vínculos casi carnales con Renautl, hasta ser adquirida por esta. Todos estos años el fabricante francés ha mantenido la propiedad sobre la marca y ahora, en pleno siglo XXI, presenta un prototipo que podría ponernos ante el renacer de un mito.
La nueva propuesta para el Alpine A110-50 es un coupe de motor central y claro estilo deportivo. Como en algunos coches de competición, el capó es, en verdad, toda la mitad delantera del auto -frontal, capó y aletas- de forma que facilita el acceso a los agregados, simplifica la construcción y mejora la aerodinámica. Para llevar las cosas al extremo Renault hace lo mismo con el extremo trasero, dando casi la impresión de ser un auto ”partido“ en dos. Las puertas se abren pivotando hacia arriba, algo que siempre resulta atractivo, aunque ya no extraordinario. La vocación aerodinámica de este prototipo se manifiesta al obtener hasta un tercio del apoyo debido al efecto suelo que generan un difusor trasero y un alerón oculto en el paragolpes delantero.
El diablo bajo la piel de este nuevo Alpine es un V6 de 3.5 L de desplazamiento y que consigue 400 CV a 7 200 rpm. Se trata del motor V4Y que Renault emplea en varios de sus modelos ”para la calle“, pero con algunas mejoras específicas en el cárter inferior, los pistones, las bielas, el cigüeñal, los árboles de levas, los muelles de válvulas y el sistema de escape. La toma de admisión está en el techo. Esta máquina dispone de una transmisión liderada por una caja desarrollada para la competición con embrague bi-disco cerámico, que se acciona automáticamente en las reducciones. También se puede acoplar o desacoplar mediante el pedal de embrague o una palanca en el volante. La tracción es trasera, como dios manda, y tiene un diferencial autoblocante regulable.
El nuevo Alpine prototipo mantiene algunas características del A110 original de los años sesenta. Entre ellas la concepción de un chasis tubular con carrocería ligera -en aquel caso de fibra de vidrio, hoy de carbono- para sacar el máximo rendimiento a esos 400 CV, si bien poderosos, no excepcionales. Con todo este cuidado el automóvil logra un peso en vacío de 880 kg, para una cota en la relación peso-potencia de 2.2 kg/CV.