Faro del Morro: Primera señal de entrada a La Habana

Creado: Dom, 24/12/2017 - 18:13
Autor: Leonel Nodal
Faro del Morro

El trasiego de oro y plata que se generó entre el proclamado virreinato de Nueva España en los territorios de México conquistados por Hernán Cortés y la Península, a partir de la década de 1520, convirtieron al puerto habanero en punto de concentración de la flota, antes de emprender la ruta abierta por el norte de Cuba, sobre la Corriente del Golfo hasta Europa.
Sin embargo, las guerras con Francia, la cual disputaba a España su predominio absoluto en el Nuevo Mundo mediante el asedio de corsarios a la Isla, obligaron a la Corona a construir fortificaciones para su defensa, entre ellas el que se tornaría emblemático Castillo de los Tres Reyes del Morro, en el promontorio situado en la costa este de la entrada de la bahía.
En 1556, el enviado de la Corona Diego de Mazariegos, en cumplimiento de disposiciones reales, fijó la residencia de los gobernadores de la colonia en La Habana, “por ser el lugar de reunir naves de todas las Indias y la llave de ellas”, según rezaba la ordenanza.
Desde 1543, según revelan documentos históricos, las naves que efectuaban el recorrido entre América y España lo hacían en grupos de no menos de diez embarcaciones, que obligatoriamente debían recalar en el puerto de La Habana.
A partir de entonces comenzó a ser llamada Llave del Nuevo Mundo y Antemural de las Indias Occidentales.
El sistema de flotas tuvo su complemento en el de las fortificaciones para proteger el puerto de La Habana. Además del Castillo de la Real Fuerza (1558-1577) en 1589 se edificó el de San Salvador de la Punta y se inició la construcción del Castillo de los Tres Reyes del Morro.
Sin embargo, no fue hasta casi dos siglos más tarde, cuando quedó expuesta su verdadera importancia estratégica, durante el ataque a La Habana por los ingleses en junio de 1762 y su ocupación durante un año, a partir de agosto.


Ya en ese momento, La Habana era la tercera urbe más poblada y  primer puerto del Nuevo Mundo, en el que sobresalía el real Astillero, el mayor de América, en el que se fabricaron naves de hasta 120  cañones y donde trabajaban unos 3 000 hombres.
El fin de la ocupación inglesa ocurrió el 6 de julio de 1763, a cambio de la entrega al reino británico de la Península de la Florida, hasta entonces parte de la capitanía general de Cuba. España, a su vez, obtuvo de Francia, parte de la Luisiana.
Una de las primeras decisiones del nuevo gobernador español de la Isla, el Conde de Ricla, fue la reconstrucción del Castillo del Morro, seriamente dañado.
Es en ese período, que se le asigna también la función de Faro del Puerto de La Habana.
En 1818 con una fuente de luz a base de gas y más tarde de aceite, estableciéndose un faro giratorio con tres luces y cinco reflectores que en el intervalo de dos minutos daban dos destellos y dos eclipses.
La inauguración oficial del Faro del Morro debió aguardar  hasta 1845, cuando dispuso de todos los recursos e instrumentos para orientar la navegación internacional.
Con el paso del tiempo se transformó en signo de identidad por excelencia de la ciudad de La Habana, uno de los sitios más fotografiados de la ciudad, sitio simbólico, reflejado en postales, pinturas, artesanías, camisetas y objetos de todo tipo.
En la actualidad el Faro del Morro tiene una altura de 25 metros, una distancia focal de 44 metros mostrando dos destellos de luz blanca cada 15 segundos. Su función es servir de guía a las embarcaciones hasta puerto seguro.

El Castillo del Morro es uno de los sitios más demandados por los visitantes foráneos, que tienen la posibilidad de recorrer sus instalaciones  y apreciar desde su privilegiada posición algunas de las vistas más atractivas y fascinantes de San Cristóbal de La Habana, como es la panorámica que se ofrece desde la Habana Vieja hasta los confines del Vedado, siguiendo la ruta del litoral, a partir de la Avenida del Puerto y a lo largo del Malecón.
El faro del Morro prosigue su incansable labor de primera señal de tráfico de entrada al puerto de La Habana, y  durante los casi cinco siglos de existencia de la ciudad su más fiel vigilante.

Sobre el autor

Corresponsal y periodista de Prensa Latina.