
El puente Storseisundet, en Noruega, forma parte de la peligrosa carretera del Atlántico y es una de las rutas más visitadas y concurridas del país.
La peculiaridad del puente Storseisundet está en su curvatura, de ahí el sobrenombre que le han dado los lugareños: “Puente borracho” o “Carretera a ninguna parte” como la bautizó un periódico inglés, The Daily Mail, en 2011. Su longitud es de 260 m y de altura tiene 23, espacio suficiente para que los barcos puedan transitar sin dificultad.
Una vez que te aventuras en la carretera, no sabes si estás subiendo para lanzarte de un trampolín o que tu viaje va a terminar sin llegar a tu destino. Un punto ciego, una ilusión óptica que provoca su pendiente pronunciada, tan pronto subes, como bajas, dando un viraje significativo hacia el otro lado. Por fortuna, el susto es breve y el espectáculo sorprendente.
Storseisundet es una joya de la ingeniería civil y constituye el mayor de los ocho puentes que conforman la carretera del Atlántico, que se inauguró oficialmente el 7 de julio de 1989, después de décadas de espera para materializar una idea, que se esbozó primero como una vía férrea, y muchos contratiempos para completar la obra.
En la actualidad ha servido de escenario para la industria del automóvil, más de diez fabricantes han filmado anuncios en él. Pero, el “Puente borracho” ofrece algo más que su pendiente escarpada, la belleza del lugar es impresionante, el mar a ambos lados, elevaciones, acantilados, pequeñas islas engarzadas y con buena fortuna puedes divisar mientras viajas su naturaleza, aves, focas y ballenas; para aquellos que buscan emociones intensas, la época otoñal es ideal para desafiar el embate de las olas y las ráfagas de viento que circulan apoderándose del lugar.