
Earthrace, el trimarán que nació de un sueño tuvo una vida efímera, logró implantar un récord y terminó en las gélidas aguas del océano Antártico.
El ingeniero neozelandés Peter Bethune llevaba tiempo investigando sobre los biocombustibles, tenía muchas ideas, un proyecto y un sueño: dar la vuelta al mundo en un barco a motor utilizando energías renovables, y batir el récord instaurado en el año 1998 por el trimarán Cable&Wirelless, que había logrado hacer la travesía en 74 días, 23 h y 52 min.
Nacimiento del Earthrace
Contratiempos, hipotecas, préstamos y finalmente el financiamiento para encargar el diseño y luego su construcción. La empresa Calibre Boats (Auckland, Nueva Zelanda), especializada en embarcaciones de materiales compuestos de alta tecnología, comenzó el proyecto en febrero de 2005 y catorce meses después estaba lista la embarcación con un coste de 3 millones de dólares.
El resultado, un trimarán que parece una de las naves de la película La guerra de las Galaxias. Un peso de 23 t, 24 m de eslora, 8 de manga, propulsado por 2 motores Cummins Mercruiser QSC 540 para navegar entre 20 y 25 nudos; tres cascos de tipo wavepiercing, diseñado para atravesar las olas en vez de flotar y construido sobre una estructura sándwich de 3 capas de tejidos de carbono, Kevlar y fibra de vidrio, y un núcleo de espuma Diab de 40 mm entre las capas de carbono. Fuerte, ligera y resistente a los impactos eran los pronósticos de la embarcación.
Récord del Earthrace
Dos intentos, el primero fallido (marzo de 2007) debido a problemas mecánicos y algo más grave, chocaron con un pesquero. Al año siguiente, el 27 de abril zarparon de un puerto valenciano e implantaron un récord de velocidad de la Autoridad Mundial de Barcos a Motor (UIM), al darle la vuelta al mundo, en 60 días, 23 h y 49 min. Recorrieron (24 000 millas náuticas) las islas Azores, Puerto Rico, Panamá, México, San Diego, Hawai, Palau, Singapur, India, Omán, Canal de Suez y Egipto.
Muerte
La organización ecologista Sea Shepherd adquirió el barco, lo remodeló y rebautizó con el nombre de su patrocinador, Ady Gil. En una de sus campañas contra la caza de ballenas en la Antártida, el buque colisionó con un ballenero japonés y se hundió en las gélidas aguas del océano Antártico.