
Yamaha, archiconocida en el mundo de las motos, también incursionó en las cuatro ruedas, tanto que participó como proveedor de motores en la máxima categoría. Pasó en 1989, cuando propulsó los monoplazas Jordan. No tuvieron el éxito esperado, pero ese fue el pie forzado para presentar, en 1992, un superdeportivo de calle que todavía impresiona, por su diseño y prestaciones. Un verdadero monoplaza de F1 con carrocería y placa.
El motor, y acorde con el reglamento de la época, es un V12 a 70 grados con una cilindrada de 3.5 litros. Aunque con modificaciones para lograr la fiabilidad necesaria en un auto de calle, genera una potencia de 450 CV a 10 000 rpm. La máquina cuenta con doble árbol de levas en cabeza y cinco válvulas por cilindro (sesenta en total), una configuración que acentúa la eficiencia.
La transmisión, dirigida al tren trasero, se hace a través de una caja de cambios manual de seis velocidades. Alcanza una velocidad tope de 350 km/h y una aceleración de 0 a 100 km/h en 3.1 segundos.
Podemos denominarlo, literalmente, un F1 de calle. Tanto que, si lo observamos detenidamente con las puertas abiertas, tipo Alas de Gaviota, se ve a simple vista que su chasis es el mismísimo del Jordan F1. Los frenos son de discos ventilados en las cuatro ruedas y su peso homologado es de 1 150 kg, para una relación peso/potencia de 2.56 kilogramos por cada caballo de fuerza. Los neumáticos, espectaculares en su tiempo, son de 17 pulgadas de diámetro: 245/40 ZR17 delante y 315/35 ZR17 detrás.
Aunque se previó un gran éxito del auto superdeportivo de Yamaha, El OX99-11, por sus costos de realización duró apenas un año. Así, en 1993 se suspendió el desarrollo de lo que es, todavía, un autentico F1 de calle.