Impala: De la Jungla al Asfalto

Creado: Lun, 26/10/2009 - 16:32
Créditos
Jorge Esténger Wong

Con el nacimiento del Chevrolet Impala, en 1958, surgió la primera generación de una dinastía que se extiende hasta nuestros días. Un ejemplar de aquel primer modelo tuvo el honor, además, de ser el auto 38 millones en la historia de esa marca. La grácil gacela africana , de la cual tomó su nombre, llevaría su espíritu a la nueva serie que primero sería parte de la línea Bel Air, y luego el "top of the line" de la marca.

El Impala se hizo para impactar y lo hacía. La nueva carrocería era más larga, más baja y más ancha que nunca. El estilo del nuevo auto tenía diferencias con el resto de la línea Bel Air, al mostrar un perfil robusto y estilizado, y gracias a su condición de coupé cerrado de dos puertas (ó convertible) daba la sensación inmediata de estar listo para "despegar" en cualquier momento. Incontables detalles identificaban al Impala: cintillos laterales rectos y a todo largo, bóvedas con adornos cromados para las ruedas traseras, techo rematado en una suave silueta con doblez al final, logo distintivo del modelo ( dos banderas cruzadas que dejaban claro la vocación de alto rendimiento de este auto) al comienzo de los guardabarros traseros y en las tapas de ruedas y algo simpático, el rasgo por el cual muchos identifican los Impalas 1958: la tercera luz trasera solo alojaba un bombillo de repuesto. Este detalle aún me resulta brillante pues a un costo mínimo (sin cableado, ni funcionamiento alguno) los diseñadores de Chevrolet le dieron otro detalle único a sus nuevos Impala.

Para mover el Impala se disponía de un motor seis en línea de 145 H.P. y dos motores V8: uno de 283 pulgadas cúbicas (4,6 litros) de desplazamiento y otro de 348 pulgadas cúbicas (5,7 litros) de desplazamiento. No eran opcionales, pero sí las diferentes opciones de alimentación que incrementaban la potencia hasta los ¡315 H.P.! a 5600 rpm en el descomunal motor de 348 pulgadas cúbicas cuando se equipaba con los tres carburadores Rochester de 2 bocas y la relación de compresión alcanzaba 11:1. Sencillo: este motor se empleaba incluso en algunos camiones de la marca, así el Impala era capaz literalmente de "estrujar" el pavimento. Con esto la grácil gacela africana disponía de toda la potencia de un gran depredador.

La apariencia estrenada ese año en los Impala cambió para 1959, siendo por ello difícil encontrar modelos de ese año en buen estado. Clubes como el Late Great Chevy's, especializado en Chevrolet de 1958 a 1964, no reportaban ninguno. En Cuba recuerdo hace unos quince años un precioso convertible color vino y blanco al cual tomé fotos que la era digital ha condenado como inutilizables. Supe después que ese ejemplar se había perdido en un lamentable accidente: casi cincuenta años después estos autos son una rara especie en extinción.

Créditos
Jorge Esténger Wong