Italdesing Aztec 1988: excéntrico, único y… ¡caro!

Creado: Dom, 02/06/2013 - 23:45
Créditos
Jorge Esténger Wong
Italdesing Aztec 1988: excéntrico, único y… ¡caro!

Luego de ver la semana pasada el exótico Phantom Corsair nos han preguntado sobre prototipos exóticos, de los cuales han existido tantos en la historia del automóvil.  Sin embargo, algunos fueron desarrollos muy interesantes que dejaron una profunda huella en su época, rodeando con un halo de mística toda su imagen. Este es el caso del Italdesing Aztec de 1988, veamos.

Justo ese año el reconocido diseñador Giorgetto Giugiaro funda Italdesing Giugiaro S.p.A.  -un estudio de diseño de automóviles y compañía de ingeniería fundada en Turín, Italia- y que aún hoy se encuentra en la elite del mundo automotor.  El Italdesign Aztec, de ese propio año, fue un prototipo radical, de diseño exquisito e ingeniería brillante, con conceptos que lo colocaban en la vanguardia del automovilismo de esa época.  Fue concebido para ser el automóvil del futuro: con doble cabina, exhaustivo trabajo aerodinámico -incluyendo pasos de rueda traseros carenados- y motor trasero central.  De funcionamiento excepcional, debe su desempeño a la conjunción mecánica entre la transmisión y tracción a las cuatro ruedas de un Lancia Delta HF Integrale y el motor de cinco cilindros en línea y 20 válvulas del Audi Quattro de entonces, llevado hasta algo más de 250 CV de potencia.

Su diseño no hizo concesiones: fue construido en aluminio, fibra de carbono y kevlar.  El habitáculo, tal cual como lo conocemos, desapareció y dejó su espacio a dos cabinas independientes una de otra. Esta característica era todo un hito del diseño y, de hecho, para la practicidad misma, pues conductor y acompañante debían conversar mediante un intercomunicador. El acceso al habitáculo del Italdesign Aztec era a través de un techo desmontable de plexiglass. Sin dudas todo este enjambre de ”rarezas“ hacía del  Italdesing Aztec un prototipo exótico y atractivo, pero a la vez difícil de digerir.  Pese a todo, sus creadores, y los responsables últimos de su desarrollo, en Motoren Technik Mayer (más conocidos por sus siglas MTM), lograron su homologación en Alemania.

El carisma de este prototipo derrumbó no pocos tropiezos y  lejos de quedar relegado al efímero éxito de un salón del automóvil, como el de Turín de 1988 en el cual se presentó, llegó a ser producido, aunque en una limitadísima tirada. Inicialmente prevista la fabricación de unas cincuenta unidades, solo se concretarían veinte, debido a sus astronómicos costos, los cuales  superaban con creces el de un Ferrari Testarossa 512 TR.

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Jorge Esténger Wong