El tiempo todo lo puede. Esa frase tan repetida es una de las mayores –y de las pocas- verdades de la historia. Y resulta que ese poderoso señor con su paso indetenible ha logrado algo apenas impensable para mucho de nosotros: incluir en la historia del automóvil a las marcas asiáticas, con las japonesas a la cabeza. Los años sedimentan el explosivo volumen de modelos producidos antaño y ya despuntan los primeros autos antiguos del milenario país del sol naciente dignos de tener en cuenta, aquí reseñamos al Toyota Corona de 1969.
Era este uno de esos autos pequeños, con solo lo mínimo para funcionar que vio la luz durante los años sesenta y que tenían el objetivo de afianzar la marca y comenzar la expansión hacia nuevos mercados. Tenía lo mínimo para funcionar. Su interior era modesto y hasta rústico si se comparaba con los mastodontes americanos de la época, pero eran vehículos baratos, económicos e irrompibles.
Tenía un motor de cuatro cilindros en línea que producía 90 CV de potencia a 4600 r.p.m. y exprimía hasta la última gota de los 45 litros de combustible de su tanque. La transmisión era elemental –tracción trasera, cuatro velocidades hacia delante- pero efectiva y podía incluir una caja automática de tres velocidades. Los frenos eran el punto tecnológicamente más atrasado del Corona en 1969, siendo de tambora y zapata en las cuatro ruedas.
Sobre esta generación comenzó el despegue de Toyota hacia los primeros planos del automovilismo mundial. La tradición de construir modelos funcionales, resistentes y económicos se ha mantenido hasta hoy cuando es la primera compañía del mundo.