
En la historia del automóvil, hay coches que definen una época y otros que la desafían. El Flajole Forerunner pertenece a este último grupo. Creado en 1955 por el diseñador industrial Bill Flajole, este prototipo estadounidense fue un ejercicio de diseño visionario que rompía con las convenciones de la posguerra. Aunque solo se construyó una unidad, el Forerunner no solo capturó la imaginación de los entendidos, sino que también sirvió como laboratorio de ideas para una industria en plena transformación.
Conozca la historia del Flajole Forerunner
Bill Flajole no era un diseñador cualquiera. Trabajaba como consultor para American Motors Corporation (AMC) y tenía un talento especial para captar tendencias aún incipientes. El Forerunner fue su proyecto más personal, construido sobre el chasis del Jaguar XK120, pero con una carrocería completamente rediseñada en aluminio. El resultado fue una figura baja y futurista, con líneas curvas, pasos de rueda carenados y una cúpula de plexiglás retráctil que parecía salida de una novela de ciencia ficción.
Su mayor aporte, sin embargo, fue conceptual: anticipó una tendencia que no se consolidaría hasta la década siguiente, la de los «personal luxury cars», deportivos con un enfoque más exclusivo, más próximos a los gustos individuales que a la producción en masa. Era un coche hecho más para imaginar que para vender.

A diferencia de otros prototipos contemporáneos, que abusaban del cromado y de soluciones poco prácticas, el interior del Forerunner apostaba por una disposición clara, casi aeronáutica. El puesto de conducción estaba pensado para ofrecer buena visibilidad bajo la cúpula y contaba con detalles que hoy podrían parecer triviales, pero que entonces eran poco comunes: como un sistema de aire acondicionado integrado, asientos envolventes o una consola central prominente.
Ambos mundos (el del Flajole Forerunner y el de Jaguar) representaban visiones opuestas pero complementarias del automóvil aspiracional: el primero era conceptual, casi provocador; el segundo, realista, elegante y listo para la carretera. La única unidad del Forerunner sobrevivió gracias a la dedicación de coleccionistas y entusiastas. Tras pasar por distintas manos, el coche fue restaurado en los años 2000 y ha pasado de manos un par de veces, llegando a ofrecerse por alrededor de 350.000 dólares.
Su condición de “one-off” (pieza única) lo convierte en una rareza absoluta, pero también en una cápsula del tiempo sobre cómo algunos diseñadores concibieron el automóvil del mañana… en pleno 1955. El Flajole Forerunner no cambió la industria, ni marcó el inicio de una nueva era, pero supo captar algo que la mayoría de los fabricantes tardarían décadas en asumir: que el coche puede ser un objeto profundamente personal, una declaración de intenciones. Quizás por eso, al descubrir hoy al Flajole Forerunner, lo que sorprende no es lo antiguo que parece… sino lo moderno que fue.

