El OCTAVIUS (Parte 1)

Creado: Jue, 28/01/2021 - 13:53
Créditos
Amparo Lopez Rego
El OCTAVIUS

Al igual que otros de sus antiguos colegas, el Octavius navega entre la realidad y la imaginación, con su estela de mito y verdad anclada en el tiempo.

Según las crónicasrecogen, desde el 1775 el Octavius se menciona en el recuento de narraciones truculentas que marinos y amantes de los cuentos de miedo disfrutan, y si bien no se conservan pruebas fiables de su existencia, el navío ha pasado a ser otra de las “riquezas” que la imaginación, escudada por la realidad, atesora en el baúl de las leyendas.

EL PASO DEL NOROESTE

En el siglo XVIII uno de los desafíos más grandes, una de las proezas marítimas que hubiese engrandecido hasta al más humilde hombre de mar, continuaba siendo el encontrar un paso seguro por el noroeste, para enlazar el Océano Atlántico con el Pacífico.

La única forma conocida para llegar de un océano a otro era dar la vuelta al temerario Cabo de Hornos(1), ruta no exenta de una buena cuota de peligros, y el necesitado paso del noroeste, el que regalaría la posibilidad de navegar por el Océano Ártico, maniobrando entre las islas cercanas a la costa canadiense, siempre había resultado ser un total fracaso.

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La ruta estaba casi constantemente bloqueada por un mar congelado y los barcos quedaban atrapados entre los gigantescos bloques de hielo, al punto que, durante la época de deshielo, este demoraba tanto en ocurrir que los navíos podían atascarse de un año a otro, con consecuencias desastrosas.

Es en este panorama donde el Octavius toma su protagonismo.

RUMBO A CHINA

Se cuenta que el 10 de septiembre de 1761 partió desde Londres rumbo a China, un barco de nombre Octavius. Después de arribar a su destino, descargar sus mercancías y cargar otras para la vuelta a casa, inició su viaje de regreso; tristemente, no hubo más noticias suyas, simplemente desapareció durante el año 1762 en su camino hacia Inglaterra.

Y desaparecido estuvo por 13 años, hasta el 1775.

SURGE LA LEYENDA

El 11 de octubre de 1775, un ballenero groenlandés, el Herald (Heraldo) completaba sus faenas por las aguas del Atlántico Norte cuando su vigía divisó, no a mucha distancia, un navío a la deriva.

El capitán del ballenero, Alex Warren, ordenó acercarse al inusual barco, pues la zona no era transitada por naves comerciales, una goleta de tres mástiles, con las velas raídas y un casco vapuleado, un barco en total estado de abandono y sin mostrar señal alguna de su tripulación. Muchos tuvieron la certeza de que estaban en presencia de un barco fantasma.

Después de lanzar inútilmente numerosos gritos para recabar la atención de algún tripulante, Warren decidió bajar un bote y junto a ocho de sus hombres - todos atemorizados por el sinfín de supersticiones que rodeaban una experiencia como aquella- remó hasta el navío.

En la popa distinguieron un nombre desconocido: Octavius, cubierto por una capa de hielo. Warren y cuatro de sus marinos subieron a bordo. La cubierta, igualmente forrada en hielo, solo albergaba ausencia y silencio.

Los hombres se abrieron camino a través de la capa helada hasta los camarotes, en los que “aguardaban” 28 cuerpos congelados y conservados, algunos en sus literas, otros sentados y hasta de pie algunos, envueltos todos en ropas y mantas con las que intentaron, evidente e infructuosamente, abrigarse.

La cabina del capitán del Octavius mostraba una escena parecida a la ya descrita. Este había exhalado su último suspiro sentado en su silla frente a su escritorio, sobre el que reposaban el cuaderno de bitácora (2), una pluma y otros utensilios.

Tres cuerpos más fueron hallados en otra cabina, detrás de la del capitán: un hombre, una mujer, y un niño arropado bajo una chaqueta de marino, abrazado a un muñeco de trapo.

El panorama era perturbador, no solo por la presencia de las víctimas, sino por la “pesada y enmudecida atmósfera” de desesperación y muerte que inundaba cada rincón de la goleta.

Los hombres de Warren se mostraron renuentes a continuar a bordo del espectral bajel; Warren quería conocer más, bajó al depósito y no encontró rastro de alimentos ni de carga que pudiera ser rescatada, pero más no pudo hacer pues sus marineros comenzaban a amotinarse, no tuvo otra opción que abandonar al Octavius, no sin antes llevarse consigo el cuaderno de bitácora.

El Herald continuó su travesía mientras el infausto barco se desdibujaba en el horizonte. Warren solo tenía una esperanza, la de que el cuaderno de bitácora revelara los gélidos secretos de aquel trágico final del Octavius.

(Continuará).

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Notas:

(1)El Cabo de Hornos es el cabo más meridional del archipiélago de Tierra del Fuego, al sur de Chile. Está situado en la pequeña isla de Hornos y es punto de encuentro entre los Océanos Atlántico y Pacífico.

(2)El cuaderno de bitácora es un diario de navegación donde de manera cronológica se asientan todos los pormenores de la travesía.

Créditos
Amparo Lopez Rego

Sobre el autor

Licenciada en Historia y Ciencias Sociales. Fue redactora-editora de la Revista Transportes, y editora ejecutiva de la Revista Sendas.